La voz en off, o voz superpuesta, lleva proscrita en el cine desde hace décadas. Incluso su definición -se dice que su uso se convoca cuando el relato cinematográfico no se explica bien-, parece reducir este legítimo recurso a una suerte de quitamanchas indeseado e indeseable. Eso no impide que, como en todo tópico, habite en él algo de verdad.

Resulta inevitable evocar lo que Sofia Coppola hizo en La seducción (2017), película construida sobre el mismo relato con el que Don Siegel filmó El seductor (1971). En la ópera prima de Marine Francen, como en las obras citadas inspiradas en la novela de Thomas Cullinan, la peculiaridad del argumento abunda en la encrucijada de una comunidad femenina enfrentada a la presencia de un hombre y lo que esa aparición supone para la convivencia entre todas ellas.