Hace dos décadas, obras como Orlando (1992) y The Tango Lesson (1997) sirvieron como tarjeta de presentación para una directora, Sally Potter, que se adentraba en la tradición de cierto cine británico de ensayo y heterodoxia. Como ocurre cada vez que surge una voz singular, la controversia y la división de opiniones acompañaron su trayectoria.

La obra testamentaria con la que se pone punto final a una trayectoria no es necesariamente la última en hacerse. Por ejemplo, el adiós conclusivo y absoluto de Akira Kurosawa no hay que buscarlo en Rapsodia de agosto (1991) o en Madadayo (1992), por más que ambas jueguen con la idea de la despedida y la muerte, sino en Sueños (1990) y en Ran (1985), obras que hablan de la vida y su ajuste de cuentas.