Tontos a bordoTítulo Original: 15:17 TO PARIS Dirección: Clint Eastwood Guión: Dorothy Blyskal (Libro: Anthony Sadler, Alek Skarlatos, Spencer Stone, Jeffrey E. Stern) Intérpretes: Spencer Stone,  Anthony Sadler,  Alek Skarlatos,  Judy Greer,  Jenna Fischer, Ray Corasani  País: EE.UU.2018  Duración:  94 minutos  ESTRENO: Febrero 2018

La obra testamentaria con la que se pone punto final a una trayectoria no es necesariamente la última en hacerse. Por ejemplo, el adiós conclusivo y absoluto de Akira Kurosawa no hay que buscarlo en Rapsodia de agosto (1991) o en Madadayo (1992), por más que ambas jueguen con la idea de la despedida y la muerte, sino en Sueños (1990) y en Ran (1985), obras que hablan de la vida y su ajuste de cuentas. En ellas hay ese abismarse en el pasado y en el futuro con el sapo tragado de que se acaba su tiempo.
En el caso de Clint Eastwood, su verdadero final tal vez se encuentre en El gran Torino (2008), donde su personaje, Walt Kowalski, caía asesinado con los brazos abiertos como un Cristo sin corona. O tal vez su despedida esté en Million Dollar Baby (2004), donde su personaje, Frankie Dunn, un veterano entrenador de boxeo, asumía una terrible decisión en un final sin cerrar. Desde luego donde no cabe mirarlo es en 15:17 Tren a París (2017), película que nos retrotrae a los peores defectos del cine de propaganda.
Eastwood, (San Francisco, 1930), organizó esta película en torno a los tres compatriotas que participaron en la detención de un terrorista que planeaba una matanza en el tren que une Amsterdam con París. Para glosar su “valor”, Eastwood levanta un monumento tan hueco como muchos de los que pueblan las plazas públicas de infinidad de pueblos. Sin argumento, sin contenido que contar, protagonizado por los propios personajes que se interpretan a sí mismos en una mascarada de apariencia verdadera y absoluta falsedad, Eastwood arrea un bofetón a la legión de admiradores que llevan tiempo sin ver lo importante que resulta saber decir que no y retirarse a tiempo. Sorprende su incapacidad para resolver este delirio. Sin ritmo, sin tensión, sin nada que decir, en la zona central, cuando los “héroes” recorren Europa, el filme parece un desdichado alegato a favor del militarismo y de la obsesión por las armas.
Al final nos quedamos con una penosa y lamentable crónica propia de un docudrama de infame calidad, chapucero y complaciente del que, por respeto a lo que Eastwood hizo en el pasado, mañana no querré acordarme.

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