Los archivos del Pentágono transcurre entre dos batallas. En una, Spielberg muestra a un numeroso grupo de soldados norteamericanos pintando sus caras, camuflándose para ir al combate. Parecen actores maquillándose antes de entrar en el escenario, pero pronto sabremos que son carne de cañón, el peaje de sangre que tributa el gobierno yanqui para evitar reconocer su humillación.
El universo de Andréi Zvyagintsev se debate entre dos niveles de significación. En el primero, sus historias avanzan escalando las paradojas y contradicciones de la condición humana. Sus personajes son retratados desde la distancia, sin pasión ni compasión. No espera nada. No reclama nada. Sus películas entonan un réquiem ensimismado.
El propio Campillo alude a ello al hablar de las personas infectadas por el SIDA que en los años 90 se enfrentaban a una muerte inexorable. Uno de sus personajes se define y define a sus compañeros como zombies. Esa condición de muertos vivientes tiende un puente entre esta película y su primer largo, Les Revenants (2004).
El rastro que va dejando la biografía de Raoul Peck parece un laberinto de difícil comprensión. Su vida constituye un periplo donde lenguas, países y razas conforman un itinerario sin fin. Cineasta reconocido internacionalmente, apenas es conocido por el llamado gran público. Así pues, antes de avanzar en lo que este Joven Marx encierra, bueno sería ubicar quién y qué ha hecho su autor.
Dos lápidas iguales señalan el lugar donde fueron enterrados los hermanos Van Gogh en el cementerio de Auvers-sur- Oise, a tan solo una hora de París. Los restos de Vincent reposan a la izquierda; a su lado, los de Theo.
En apenas unos meses, cuatro películas de ADN anglosajón han recreado los días de sangre, sudor y lágrimas que, durante los primeros años 40 del pasado siglo XX, vivió Gran Bretaña. Dos rinden culto al señor Winston: Churchill de Jonathan Teplitzky y ésta que ahora nos ocupa, El instante más oscuro. Una se centra en el desembarco de Normandía y la otra se aplica en sublimar la retirada de Dunkerque.
En Japón, en la ciudad de Nikko, miles de visitantes acuden cada año a visitar el Templo de Toshogu famoso porque en él hay tallados tres monos: Mizaru (“No veo”), Kikazaru (“No oigo”), e Iwazaru (“No Hablo”). En Ebbing, Missouri, ciudad donde transcurre el filme Tres anuncios en las afueras, una madre coraje, harta del silencio y la incompetencia policial paga de su bolsillo tres anuncios para reclamar que la justicia vea, oiga y se pronuncie.
Si españolidad significa lo que este filme representa, vengan mil independencias. Ciertamente no se le puede negar a su debutante director un deseo de halagar la necesidad de risas del público atribulado por tanto disparate social.
Como muchos guionistas que deciden convertirse en directores, su primer asalto esboza un catálogo de todas sus posibilidades. En él entierra sus (mejores) ideas. Aaron Sorkin no es la excepción y Molly´s Game sería la prueba definitiva.
Todd Haynes, en cuanto cineasta, pertenece al selecto y reducido grupo de quienes saben vivir en su tiempo sin pagar el peaje de los signos de la contemporaneidad. Sus películas se suceden fieles a su propio estilo; un estilo revestido de la gravedad de lo que se sabe atemporal. Aspira a convocar la moderna pertinencia de lo clásico, de lo magistral.