La mano que mece el martilloTítulo Original: THOR: RAGNAROK Dirección: Taika Waititi Guión: Eric Pearson (Historia: Craig Kyle, Christopher Yost) Intérpretes: Chris Hemsworth, Tom Hiddleston, Cate Blanchett, Anthony Hopkins, Mark Ruffalo País: EE.UU. 2017 Duración: 130 minutos ESTRENO: Octubre 2017
Se puede decir de manera figurada que “ligera”, “gamberra”, “apocalíptica” y “desmesurada” darían un buen nombre a las cuatro cabalgaduras sobre las que avanzan Thor y sus amigos en esta nueva entrega dirigida por Taika Waititi. Diremos también, que Waititi es un director neozelandés iniciado en la galería de la Marvel y de quien resulta muy recomendable su falso documental titulado Lo que hacemos en las sombras (2014), una fantasiosa fábula sobre la vida cotidiana de unos vampiros neozelandeses en el siglo XXI. Aquel sentido del humor, caustico y bizarro, se asoma en este Thor, cuyo relato sobre el apocalipsis depara muchos mas puntos de interés que los que cabría esperar a la vista de sus precedentes.
De entrada señalemos que en Thor: Ragnarok, se repite dos veces Inmigrant Song, el tema de Led Zeppelin. Y mientras la música del llamado zeppelin de plomo hace vibrar las cajas de sonido, el martillo de Thor deshace y fulmina decenas de enemigos en dos secuencias plenas de acción, rebosantes de épica y de ritmo. En sendas ocasiones, Immigrant Song resuena para sublimar el apoteosis de la acción.
Recordemos. Thor, el Thor de la Marvel, nació en agosto de 1962. Y Jimmy Page y Robert Plant escribieron Immigrant song en 1970. Aunque en la canción no se cita de manera explícita al dios del trueno, si se afirma en la letra que quienes la cantan vienen de una tierra de hielo y nieve y en ella invocan el Valhalla. Sin duda Plant y Page pensaban en Thor, aunque no lo dijesen.
Detalles como estos nos lleva a inferir que la estructura fundacional de lo que nos aguarda en esta película se inscribe en la esencia de la contracultura. Su reino habita en el tiempo del underground, de la generación que se opuso al Vietnam y proclamaba el pacifismo. En esa zona cero se rastrea la concepción ideológica del universo de la Marvel y es desde ese punto desde donde debe ser abordado este fenómeno pop/ular que tanto divierte, que tanto irrita.
Con diferentes protagonistas y en otros escenarios, la situación política que se vive hoy no dista mucho de la que azotaba los años 70. Cambien a Nixon por Trump y empezarán a rimar los mismos versos de desorientación, miedo y sangre. Y, finalmente, no olviden que los primeros que supieron de Immigrant song entonces tenían 20 años y hoy superan los 70. Para aquel público y para el de ahora es para quienes los responsables de la Marvel mueven estos hilos. Por eso, fundir el 3D y la imagen de síntesis con el rock progresivo y el heavy metal, retomar los superhéroes de los sesenta y setenta con una percepción del mundo contemporáneo made in USA bajo el ritmo de grupos como los citados Zeppelin o Black Sabbath, tiene sentido; hacer cine familiar, ser cine de aventuras.
El acierto de Waititi consiste en que no se complica la vida. En consecuencia esquiva la solemnidad y se arranca la ambición de manchar con metafísica el mundo de los tebeos. Lejos del tono rimbombante de la Justice League y sin tratar de competir con Christopher Nolan ni con Zack Snyder, Waititi sigue al pie de la letra el guión de Pearson y se dedica a gozar como un teenager (¿o como un jubilado?): con radical pasión de goce. Con una villana inolvidable, soberbia Cate Blanchett, y con una sucesión de autorreferencias y pellizcos,en Ragnarok se nos recuerda que un pueblo sobrevive a su tierra. Que el poder del martillo de Thor no reside en el arma sino en la mano que lo blande. Que no es verdad que la melena de Thor, como la de Sansón, tenga algo que ver con su fuerza. Y que de un mismo padre surgen hijos muy distintos. Ecos míticos, carne de leyenda. Entre medio, cameos, guiños, algún personaje fallido y muchos más aciertos que desatinos. Es solo cine de evasión pero ni ofende ni es inofensivo.