ZINEMALDIA 2017
Las dos propuestas francesas a concurso el domingo no justificaron su presencia
Domingo simple, cine tontorrón
Era difícil superar la propuesta del sábado, pero tampoco era necesario ceder a concesiones tan ramplonas al día siguiente. Ni la película franco-belga, Ni juge, ni soumise; ni la nueva entrega de los autores de Intocable demostraron razones para estar en la Sección Oficial de un festival de esta categoría. No parece argumento serio confiarlo todo en que la comedia debe ser reivindicada. El humor, cuando inteligente, bienvenido será siempre. Pero un documental televisivo y una película comercial sin ninguna excelencia argumental, dejan en muy mal lugar la selección de este año.
Por cierto, el de ayer fue un día de películas dirigidas a cuatro manos. Todas, incluida Handia, cuentan con dos directores al mando. En el caso del tándem Nakache-Toledano, que hace años clausuró, fuera de concurso, el festival, Le sens de la fête/ C´est la vie!, se inscribe en ese subgénero que representan las películas de bodas. Bastaría decir que al lado de la película francesa de Nakache-Toledano, Ocho apellidos vascos parece una obra maestra.
Salvo que el festival esté preparando una próxima edición con la tercera entrega del filón escrito por San José y Cobeaga o la enésima resurrección del casposo Torrente, no se podrá encontrar ninguna razón sensata para explicar qué hacía aquí este título. Sea como fuere, y sin negarle que en esa traca de fuegos artificiales con las que finaliza el filme, con el novio por todo lo alto, la risa aflora de manera general, la realidad es que la película es menos que irrelevante.
Se sabe que cuando el festival de Venecia roza la excelencia, el de San Sebastián pasa hambre y sufre delirios. Basta con ver que muchos de los títulos allí estrenados en esta edición se han recuperado para fortalecer las Perlas de Donostia, para comprender la dimensión real del Zinemaldia y sus horas bajas frente al evento veneciano.
La jueza payaso
La otra joya a concurso, dirigida por Jean Libon e Yves Hinant, Ni juge ni soumise, responsables de un programa de televisión de humor de sal gorda y público fácil, Strip-Tease, comienza bien, pierde gas en la continuación y finalmente despierta no pocas dudas sobre la catadura ideológica de lo que se nos cuenta con este título.
Todo gira en torno a una juez, Anne Gruwez, una heterodoxa y excéntrica mujer que dicta sentencias charloteando con los acusados. A lo largo de casi 100 minutos, vemos a la disparatada magistrada hablar de sadomasoquismo y maltratos, se refiere a algunos asesinos de sus mujeres como buenos hombres apesadumbrados por esposas obsesivas; suelta chistes negros en plena exhumación de cadáveres y se pone hasta arriba de pasteles mientras firma sentencias a delincuentes que le juran que acabarán yendo a Siria para matar infieles. De vez en cuando, para tomar aire, conduce un dos caballos, un legendario Citroen como complemento a su original esencia profesional.
Todo muy cool, todo muy de brocha gorda y humor incorrecto, todo al servicio de su señoría a la que le acompaña un séquito de acusados, en buena medida inmigrantes, de cuyo comportamiento y costumbres, se deduce que viven a costa del estado ajeno.
Curioso y sin duda entretenido trabajo documental, este reportaje en torno a esta mujer sirve para reflexionar sobre la desorientación del estado de derecho europeo. Pero que aporte un buen material de discusión y debate no le concede ningún valor cinematográfico para competir en la sección oficial.
Mejor será zanjar aquí el asunto y pensar que el de ayer fue un domingo vacío, uno de esos días sin fuste a los que sucederá un lunes maravilloso.