La mejor aportación de John Wick: Pacto de sangre consiste en que, gracias a esta segunda entrega, muchas personas recuperarán la primera, un tenebroso y dolorido thriller rubricado con una puesta en escena realmente meritoria. En esta segunda cita, nuevamente protagonizada por Keanu Reeves y ahora dirigida por Chad Stahelski, esta vez en solitario, se rebaja buena parte de la tensión primigenia, de su crepuscular puesta en escena.