Si comparamos las adaptaciones que Welles, Polanski, Kurzel o incluso Kurosawa hicieron de Macbeth, veremos que, con ser todas ellas sensiblemente diferentes, todas supieron reflejar el universo de cada director al tiempo que respetaron la partitura original de la que bebía su relato. Dicho de otra manera: ¿Podría pretender un Hamlet que culminase su relato en boda con Ofelia tras descubrir que la muerte de su padre fue accidental, que es un auténtico Hamlet por más que recree la escena de la calavera?

Lo que vivió Europa entre los años 30 y 40 del pasado siglo fue un infierno del que no cesan de aflorar sus espantosas miserias. En ese reparto entre culpables y víctimas, 70 años después de los hechos, se impone poco a poco una reescritura de los delitos y faltas de poderes, ciudadanos y familias más allá del juego perverso de asumir y aceptar que la historia la escribe quien la gana.

De nombre hispano, origen chileno y nacionalidad sueca, Daniel Espinosa luce una trayectoria solvente, correcta, profesional. Su cine no provoca estremecimientos ni algarabías, ni ha merecido -todavía- grandes reconocimientos. No obstante su diestra eficacia lo avala como un director competente. Y esa rigurosa adecuación a lo que le exige el material de partida es lo que demuestra Life, una extraña y oscura película que, con un argumento que provoca un déjà vu, configura un relato intenso, claustrofóbico, distópico y amenazador.