El sueño despierto
Título Original: BEFORE I WAKE Dirección: Mike Flanagan Guión: Mike Flanagan, Jeff Howard Intérpretes: Kate Bosworth, Thomas Jane, Jacob Tremblay, Annabeth Gish, Dash Mihok País: EE.UU.2016 Duración: 97 min. ESTRENO: Enero 2017
Convertido en un valor seguro en el mercado del cine de terror, Mike Flanagan (Absentia, 2011; Oculus, 2013; Hush y Ouija: Origin of Evil, 2016) forja un nuevo título fiel a sus antecedentes y presupuestos. Nacido en 1978, en Salem, EE.UU., Mike Flanagan pertenece a una generación que esta reformulando unas nuevas claves para el género del fanta-terror. Un género que en los últimos tiempos ya no acude al trazo grueso y la broma despiadada; ni tampoco al posmodernismo de la acumulación de referencias y guiños. Se toman más en serio, cuidan mucho la interpretación y, aunque revisitan lugares comunes, tratan de añadirles nuevos bríos. En definitiva, buscan aires diferentes para provocar los mismos vientos de inquietud, paradojas y sobresaltos.
Coguionista y director de Somnia, Flanagan se apoya en un arranque emparentado con muchos títulos. Entre los más recordados, La profecía. Entre los más recientes, Jenniffer de Dario Argento. Que Flanagan no practique el barroquismo del homenaje y del plagio, no significa que ignore los precedentes y que combine con ingenio sus fuentes.
En Somnia se da un atracón. El argumento de partida abunda en la inquietante presencia de un niño de ocho años, un huérfano que ha pasado de familia en familia, del que se nos cuenta que no quiere dormir porque las pesadillas le afectan de modo extremo. Somnia, es decir, Sueño, crece sobre la hipótesis de que lo que se nos dice son sueños despiertos; la facultad por la que algunos sueños cobran vida y su plasmación monstruosa provoca estragos. Algo como lo que acontecía en Planeta prohibido, solo que con un niño y un pasado al que la nueva pareja que lo adopta deberá hacer frente. En un espacio casi claustrofóbico, con medios limitados y un buen nivel técnico, Flanagan abre algunas heridas inquietantes. Por ejemplo, la sensación de culpabilidad de la madre de acogida que se siente inclinada a utilizar al niño adoptado para sacar de sus sueños el hijo perdido. Por ahí Flanagan da lo mejor de su cine en un filme que nunca consigue superar la sensación de que dura demasiado para lo poco que está contando.