Si algo no se le puede achacar a Mar Targarona, directora de Secuestro, y a su guionista, Oriol Paulo, es falta de entusiasmo. En Secuestro se han puesto tantas ganas, tantas ideas, tantas referencias y tantos medios para hacer de él, un filme redondo, que su mayor debilidad reside en esa acumulación desordenada de ideas y subrayados.
Con importantes modificaciones argumentales con respecto a la versión que en 1977 dirigió Don Chaffey, este Peter y el dragón funciona como un arquetípico producto Disney. Desarrolla toda la artillería pesada para provocar la emoción cuantas veces haga falta, posee una factura solvente, los efectos especiales rozan la plenitud y la historia funciona tanto para los más pequeños como para los adultos que les acompañen.
En otros territorios no suele pasar pero en el terror son muchas las películas que, antes de ser largometrajes y gozar de una distribución internacional normalizada, nacieron como cortometrajes. Los resultados no suelen ser buenos porque si el cortometraje lo era, quiere decir que tenía la duración, el tono y el desarrollo que la historia exigía.