El profesor y las mujeres

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Título Original: LA ACADEMIA DE LAS MUSAS Dirección y guión: José Luis Guerín Intérpretes: Raffaele Pinto, Emanuela Forgetta, Rosa Delor Muns, Mireia Iniesta, Patricia Gil, Carolina LLacher, Juan Rubiño, Giulia Fedrigo, Giovanni Masia y Gavino Arca País: España. 2015 Duración: 92 min..ESTRENO: Enero 2016
A Guerín, a su cine, no se le puede aplicar el sistema de medidas convencional. A fuerza de ser fiel a sí mismo, su cine ha ido des(a)nudándose de todo artificio narrativo. Guerín ha arrojado por la borda la fidelidad al imperante sistema de géneros. Quizá el cineasta que más se le aproxima por su capacidad para fundir paradigmas y gramáticas preestablecidas, es Werner Herzog.
Como el autor de Fata Morgana, Guerín manipula las convenciones, en su retina, la ficción y la realidad se abrochan en maridajes de insólitas consecuencias, que desafían la frívola y perezosa inconsciencia con la que el público digiere los textos audiovisuales, sin aplicar la más mínima objeción analítica. En La Academia de las Musas, Guerín insiste en su propia imagen forjada en torno a su eterna y algo adolescente fascinación por la mujer, y en su refugio, a veces sospechoso de presuntuosa pedantería intelectual, en textos de probada altura e indiscutida solvencia poética. Es decir, para dinamitar las estructuras imperantes en el discurso fílmico, Guerín se arma con la garantía de acudir a formulaciones literarias clásicas. Ese quebrar la ortodoxia cinematográfica con la ayuda de la literatura consagrada funciona al mismo tiempo como ariete y balsa.
Aquí, la poesía se entrelaza con la idealización de la figura femenina para desembocar en lo que su título explicita, en una academia de musas presidida por un profesor de verbo torrencial e ideas ¿conservadoras? Guerín cruza, como si filmase un duelo, las intervenciones del profesor con las reacciones gestuales y verbales de sus alumnos, en su inmensa mayoría mujeres, que no dudan en participar en ese seminario que, bajo el disfraz de la filología, busca penetrar en el mundo del deseo, del amor y del juego erótico. De esa cotidianidad ¿real?, de ese aparente caos de alumnos que vienen y van, el filme de Guerín, como hiciera en Tren de sombras, arranca de la realidad superficial un relámpago de vida y misterio ante el que resulta inevitable posicionarse. Y es que, como Celaya, Guerín parece creer en la poesía que toma partido hasta mancharse.
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