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El proyecto de los abuelos de Pensilvania
Título Original: THE VISIT Dirección y guión: M. Night Shyamalan Intérpretes: Olivia DeJonge, Ed Oxenbould, Deanna Dunagan, Peter McRobbie, Kathryn Hahn, Celia Keenan-Bolger País: EE.UU. 2015 Duración: 94 minutos ESTRENO: Septiembre 2015
Filadelfia es también el hábitat donde se ha (con)formado el universo de M. Night Shyamalan, un cineasta de origen hindú convertido en un Stephen King cinematográfico. Allí, una tras otra, nacieron sus obras: El sexto sentido, El protegido, Señales, El bosque, La joven del agua… En ese devenir, Shyamalan ha pasado de conocer el aplauso unánime a ser zarandeado y puesto en cuestión. Mejores o peores, casi todas sus películas, con la excepción de la inclasificable Airbender, el último guerrero y la irregular After Earth, se han movido en zonas pantanosas donde lo maravilloso y lo terrible, el horror y lo sublime han conformado un entramado que busca atrapar al público desde el primer minuto. Shyamalan, como Hitchcock, y el paralelismo va más allá de su querencia a hacer cameos, entiende el cine al servicio del público y para él crea un juego de apariencias y engaños, de suspenses y arrebatos. Siempre inquietantes, siempre movedizos.
La visita, una vez superados sus últimas incursiones como la serie Wayward Pines, nos devuelve al Shyamalan originario. Es decir, en La visita, ese fabulador de cuentos tira de su fondo de armario. Y aquí, con menos presupuesto y más libertad que en anteriores citas, Shyamalan corre más riesgos. Desde su arranque (a)parece dispuesto a reinventarse sin renunciar a lo que es. La idea de partida resulta sencilla. Una madre de dos adolescentes, separada y con un equilibrio emocional algo resquebrajado, está rehaciendo su vida con un nuevo compañero. Sus hijos, en un intento de facilitar las cosas, le piden pasar una semana con los abuelos maternos con la intención de que aproveche esos días para que enhebre su nueva relación. Lo anómalo, ese pequeño detalle que lo emponzoña todo, reside en que los niños nunca han conocido a los abuelos porque la madre abandonó su hogar en contra de su voluntad. Con la idea de ilustrarlo todo, la hija mayor decide filmarlo todo. Con las declaraciones a cámara de la madre arranca el viaje y la película, una excursión cuya naturaleza parece la reescritura de un cuento de los hermanos Grimm a cargo de Edgar Allan Poe. Así, con una estructura infantil, con el relato de una iniciación, La visita, al estilo de El Proyecto de la Bruja de Blair, abunda en las obsesiones de Shyamalan. Un sentimiento de culpa, de mancha original, lo inunda todo. El temor al otro, una concepción de los demás como amenaza extrema, impone su ley. Durante siete días, elección nada inocente, los nietos descubrirán recovecos inquietantes en sus abuelos. Han ido en busca de desvelar un misterio, la historia de su madre, y con la intención de lograr el perdón y la reconciliación, pero ante sus ojos se escenificará literalmente un escenario de locura y terror. Shyamalan, menos solemne y más libre que nunca, no duda en mostrar de dónde provienen sus mimbres: de los cuentos de hadas, del terror al sexo, del miedo a crecer y de Filadelfia, la ciudad del amor fraterno. Y en ese paisaje y con ese paisanaje brotan pequeñas joyas engarzadas con sus mejores recursos.
La visita, una vez superados sus últimas incursiones como la serie Wayward Pines, nos devuelve al Shyamalan originario. Es decir, en La visita, ese fabulador de cuentos tira de su fondo de armario. Y aquí, con menos presupuesto y más libertad que en anteriores citas, Shyamalan corre más riesgos. Desde su arranque (a)parece dispuesto a reinventarse sin renunciar a lo que es. La idea de partida resulta sencilla. Una madre de dos adolescentes, separada y con un equilibrio emocional algo resquebrajado, está rehaciendo su vida con un nuevo compañero. Sus hijos, en un intento de facilitar las cosas, le piden pasar una semana con los abuelos maternos con la intención de que aproveche esos días para que enhebre su nueva relación. Lo anómalo, ese pequeño detalle que lo emponzoña todo, reside en que los niños nunca han conocido a los abuelos porque la madre abandonó su hogar en contra de su voluntad. Con la idea de ilustrarlo todo, la hija mayor decide filmarlo todo. Con las declaraciones a cámara de la madre arranca el viaje y la película, una excursión cuya naturaleza parece la reescritura de un cuento de los hermanos Grimm a cargo de Edgar Allan Poe. Así, con una estructura infantil, con el relato de una iniciación, La visita, al estilo de El Proyecto de la Bruja de Blair, abunda en las obsesiones de Shyamalan. Un sentimiento de culpa, de mancha original, lo inunda todo. El temor al otro, una concepción de los demás como amenaza extrema, impone su ley. Durante siete días, elección nada inocente, los nietos descubrirán recovecos inquietantes en sus abuelos. Han ido en busca de desvelar un misterio, la historia de su madre, y con la intención de lograr el perdón y la reconciliación, pero ante sus ojos se escenificará literalmente un escenario de locura y terror. Shyamalan, menos solemne y más libre que nunca, no duda en mostrar de dónde provienen sus mimbres: de los cuentos de hadas, del terror al sexo, del miedo a crecer y de Filadelfia, la ciudad del amor fraterno. Y en ese paisaje y con ese paisanaje brotan pequeñas joyas engarzadas con sus mejores recursos.