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El indefinible peso de la culpa
TítuloOriginal: LE PASSÉ Dirección y guión: Asghar Farhadi Intérpretes: Bérénice Bejo, Tahar Rahim, Ali Mosaffa, Pauline Burlet y Elyes Aguis  Fotografía: Mahmoud Kalari Nacionalidad:  Italia, Francia. 2013  Duración: 130 minutos ESTRENO: abril 2014
 
En Teherán, la figura hegemónica, se llama Abbas Kiarostami, probablemente el último gran cineasta surgido en el ocaso del siglo XX. Su sombra es tan poderosa que durante dos décadas todo el cine iraní parecía estar hecho a su imagen y semejanza; cine de silencios y cadencias, de gestos hondos y significados largos; de realismo engañoso devenido en materia alegórica. Pero la evidencia era (y sigue siendo) que, aunque hay una buena relación de autores iraníes, algunos amordazados y casi todos bajo sospecha a ojos de un gobierno autoritario, Kiarostami ocupa un lugar en el que no admite comparación ni compañía. Pero hace cinco años, tras una serie de películas inéditas entre nosotros, Asghar Farhadi, presentó un filme de trama compleja y formas personales: A propósito de Elly (2009). Su núcleo argumental inspirada por y en La aventura (1960) y sus personajes de clase acomodada en un Irán poco representado, marcaban la diferencia.
Fue una feliz sorpresa refrendada poco después por la más directa y no menos compleja, Nader y Simin, una separación (2011). No había duda, Asghar Farhadi era capaz de practicar un cine adulto, con personajes complejos y en situaciones universales en las que era perceptible identificarnos con eso que denominamos la condición humana.
Conviene recordar que Farhadi veló sus primeras armas en la escena teatral, que es guionista además de director y que, sin duda, sabe del valor de la palabra, de la importancia del gesto y del deber de los autores de no juzgar a sus personajes, de dejar que estos crezcan. El pasado representa su primera incursión fuera de casa. Rodada en francés  -idioma que, según relata Ángel Quintana, no domina- y concebida en Francia, El pasado crece sobre un dilema moral: los indefinibles escalones de la culpa.
Desde el arranque, Farhadi mueve sus peones en torno al misterio, ese espacio de incertidumbre que, en su universo, insiste en dar corporeidad y voz a todos los personajes. En su cine no hay inocencia absoluta. Ni siquiera la de los niños, protagonistas muchas veces de ese cine iraní consagrado por los grandes festivales. En su lugar, Farhadi radiografía una y otra vez a sus criaturas. En cada nueva secuencia, nuevos pliegues salen a la luz. Nuevos datos que hacen reconsiderar la percepción que el observador se va haciendo de lo que, hasta ese momento, le ha ofrecido la película. Así, Farhadi, una y otra vez, descoloca al público, le rompe sus prejuicios y al hacerlo, pone en crisis la evidencia.
Farhadi arranca con una presentación contundente. Un reencuentro condenado a la incomunicación. Paso a paso, minuto a minuto, su película arroja luz sobre ese pasado que le da título, sobre esas sombras que condicionan lo que vemos. Hay una sólida estructura de guión y un abanico de personajes de una riqueza inusual en el cine contemporáneo. A Farhadi se le nota que algo sabe del cine de Bergman y de Antonioni; cine de la modernidad empeñado en asomarse a los dolores del alma. Pero esta vez, la rotundidad de sus anteriores películas, la penúltima le dio el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa, se desmorona por dos fisuras leves pero corrosivas. Una se debe a la propia escritura del guión, a una excesiva acumulación de recovecos y anécdotas. La otra cae en el debe actoral. No es que estén mal,  es que no alcanzan la excelencia que sí habitaba sus anteriores ci(n)tas.

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