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De padres, madres e hijos
El nombre de Ismael se debe al narrador de la novela de Herman Melville, Moby Dick. Pero ahí se acaban las posibles conexiones con la caza de la ballena blanca. Cierto es que el joven Ismael, protagonista del filme de Piñeiro, afirma soñar con navegar. Cierto que su padre biológico, le puso el nombre porque esa era la novela que le leía a su madre en el tiempo en el que fue concebido. Pero lo que a Piñeiro le ocupa y de lo que el filme se preocupa es de tejer un entramado sobre las relaciones paterno-filiales, sobre la pareja y el amor, sobre la soledad e incluso sobre el fracaso y la culpa.
En alguna manera, en algún punto, se produce un pequeño cruce entre Ismael y el recién estrenado De tal padre, tal hijo, de Hirokazu Kore-eda. Aquí como en el filme japonés, se cuestiona la esencia de la paternidad. Y allí como aquí, la cuestión central se aborda a partir de los derechos del hijo. Pero más allá de esa coincidencia argumental, la realidad es que Piñeiro y su Ismael se adentran en terrenos más polisémicos. Piñeiro se sumerge en diferentes subtramas pero no levanta tanto el vuelo por una cuestión evidente, el director argentino falla allí donde Kore-eda es un verdadero maestro: en la dirección de actores infantiles.
A Piñeiro lo que peor le sale es el personaje de Ismael, el joven actor que lo interpreta se descubre como una elección desafortunada y, cada vez que la palabra va hacia su personaje, el verosímil se debilita y la solidez del drama se vuelve artificio recitativo. Ante escollo tan monumental, Piñeiro responde con un guión nada conservador y con una insolencia inusitada en el cine español para hablar de temas cotidianos. Demasiados temas tal vez, pero cuando se juegan en los personajes de más edad reciben energía y frescura. Mejor los no siempre acertados -aunque aquí si lo están-, Belén Rueda y Sergi López. Le siguen a distancia los jóvenes pero ya experimentados Juan Botto y Mario Casas. Y ahí reside lo mejor de esta historia de muchos ecos y reflejos que insiste en habitar allí donde anida el perdón y la concordia.