Prácticamente A propósito de Llewyn Davis se abre y se cierra con la misma secuencia. En el principio y en el final de este filme, que se presentó en Cannes 2013, los Coen convocan y/o reciclan el mismo episodio. Se trata de un recurso ya utilizado por el cine clásico que provoca en curioso efecto. Siendo/viendo lo mismo, su lectura nos conduce a conclusiones diferentes porque entre la primera vez y su repetición, en cuanto espectadores, se nos ha iniciado en las entrañas del relato.
El nombre de Ismael se debe al narrador de la novela de Herman Melville, Moby Dick. Pero ahí se acaban las posibles conexiones con la caza de la ballena blanca. Cierto es que el joven Ismael, protagonista del filme de Piñeiro, afirma soñar con navegar. Cierto que su padre biológico, le puso el nombre porque esa era la novela que le leía a su madre en el tiempo en el que fue concebido.
Para los sectores más ortodoxos de la cultura japonesa, el sacrificio de los 47 Ronin, samuráis sin shogun, supone la quintaesencia del valor y el honor; un modelo sublime de lo que la tradición impone. En el neo-Tokio del siglo XXI, en algunas calles y en algunas camisetas, un lema se repite: “no seas estúpido, no hagas el Ronin”.