Charada sin magnetismo Título Original: THE TOURIST Dirección: Florian Henckel von Donnersmarck Intérpretes: Angelina Jolie, Johnny Depp, Paul Bettany, Timothy Dalton, Steven Berkoff y Rufus Sewell Nacionalidad: EE.UU. 2010 Duración: 103 minutos ESTRENO: enero 2011

La imagen de Jano, la figura de las dos caras, dios de las puertas e inventor del dinero, atraviesa el contenido de un filme nacido para triunfar pero condenado, quizá por eso mismo, a decepcionar. Estamos ante un filme que defrauda todas y cada una de las expectativas que ha provocado.
Empecemos por el realizador. Por mucho que su nombre encabece los títulos de crédito, no hay noticia de aquel Florian Henckel von Donnersmarck que diseccionó el pasado reciente de la Alemania comunista con un relato lleno de personajes poliédricos, vivos, conmovedores y patéticos. No es posible encontrar aquí ningún engarce con La vida de los otros. Lo que allí se llenaba de ecos densos captados por una cámara de alta piedad y sabia distancia, aquí deviene en charada, en artificio de acción y lujo con un plantel de actores (re)conocidos y dos luminarias que aspiran a deslumbrarse mutuamente: Angeline Jolie y Johnny Depp.
A falta de sustento cinematográfico, The Tourist puede contemplarse como el arquetipo con el que el cine mainstream tienta, pervierte y arruina a prometedores (y ambiciosos) directores que en algún momento tuvieron éxito. El Oscar de La vida de los otros ha sido la llave con la que Florian Henckel ha entrado en la alcoba de The Tourist. La manzana parecía sana, (re)hacer El secreto de Anthony Zimmer (2005) de Jérôme Salle, un filme entretenido cuyo tono interior algo sabe del manierismo de Hitchcock pasado por ese toque retro de operaciones “rescate” como The Italian Job y Ocean´s eleven. No era una apuesta difícil para un director que había hilado fino y hondo en su retrato de la condición humana, tejiendo un bordado impecable sobre la miseria y grandeza de un policía crédulo y honesto al servicio de un sistema cínico y dictatorial.
Aquí, incapaz de encender entre Depp y Jolie un brillo de misterio, interés o arrebato, todo se reduce a una suerte de carnaval de despropósitos. Desde el primer instante, ese motor que mueve el argumento, un juego de identidades ocultas, o sea las dos caras de Jano, se huele la trampa. Jolie no baja del pedestal y Depp se pasa de rosca. Ante eso, el que parecía un gran director, nada dice y poco hace: se comporta como un turista agradecido en Hollywood.
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