Al menos dos grandes vacíos, dos inmensas oquedades, colisionan en «La quimera». Dicho de otro modo, «La quimera» surge del entrechocamiento de dos mundos paralelos. El lenguaje y el metalenguaje, la forma y el fondo, el territorio y la frontera.
La noche del 2 de mayo de 2011 el mundo asistió a la ejecución de Bin Laden ante la mirada absorta del presidente yanqui «más demócrata» del siglo XXI. Ese día se supo que el horroroso tiempo de Guantánamo quedaba obsoleto.
La mayor o menor complicidad que «Siempre nos quedará mañana» ejercerá sobre el público, depende básicamente de la aceptación del espectador ante un recurso estilístico que no admite paños calientes.
De manera más o menos implícita, en «El consentimiento» se cuece a fuego lento la cara oculta de «La bella y la bestia». Lejos del filtro disneydiano de rosas simbólicas y príncipes encantados, lo que nutre a «El consentimiento» sabe de las cicatrices de lo real.
El niño con suerte de «Slumdog Millionaire» (2008) encarna a este «hombre mono» de infausto destino. En él, Dev Patel hace casi todo. Dirige, coescribe y protagoniza su debut como realizador.
Recibida con arrebatadas muestras de complicidad por su ¿militancia? «queer», «Sangre en los labios», guste más o guste menos, legitima la singularidad de Rose Glass como directora poseedora de un universo insólito y fascinante.
Ambientada en los años 20, en la ciudad costera de Littlehampton (Inglaterra), y con destellos de aquel cine coral europeo que se practicó cuando la pesadilla del holocausto nazi se diluía en el fondo del pantano de la Historia, «Pequeñas cartas indiscretas» amaga con asomarse al paisaje retratado por las «comedias Ealing».
Levantada sobre los ecos de la novela de Sylvain Tesson, reconstruida a partir de una experiencia personal llevada a la letra impresa, las identidades de Tesson, el escritor, y Jean Dujardin, el actor que en algún modo lo representa, se (con)funden en un retrato de rosas y espinas.
Partir de un duelo actoral entre Luis Zahera y Javier Gutiérrez conlleva asumir la compleja dificultad de afrontar las riendas de esa «extraña» pareja que ambos personifican.
Aunque la imagen más representativa de «Puan» subraya el antagonismo entre los dos profesores de filosofía que encarnan Marcelo Subiotto y Leonardo Sbaraglia, (Marcelo y Rafael); en la pantalla, el porcentaje de presencia del papel de Sbaraglia no ocupa ni un veinte por ciento del metraje.