En formato 4:3, con escala cromática propia del cine amateur setentero y con un ritmo anfetamínico, speed de receta; las dos horas del nacimiento y formación de una bestia llamada Donald Trump dan noticia del ser más ridículo de la colección de líderes políticos patéticos que hoy gobiernan o intentan gobernar el mundo.
Javier Elorrieta (Madrid, 1950) se sale del catálogo del cine español. Verso libre en un panorama abonado por las familias y los amigos, Elorrieta resulta inclasificable e inencasillable. No porque desprenda ansias de autoría sino por todo lo contrario, ansía gustar, gustar a cualquier precio, a toda costa.
En tiempo extraño para unas carteleras que se mueven de manera asincrónica, aparece este singular documental que llega tras recorrer con éxito el obligado circuito de los festivales de cine.
Nicolas Pariser, (París, 1974), un cineasta francés con un lejano parecido físico que no cinematográfico al Woody Allen de sus inicios, no se cansa de repetir, desde hace meses, que el vínculo que debería atar la política con la cultura y el pensamiento ha desaparecido.
Gavin Hood, (Johannesburgo, 1963), actor, guionista, productor y realizador, se mueve como un lobo solitario del que nunca se sabe cuál será su siguiente presa. A juzgar por su trayectoria, ha dirigido piezas como “Tsotsi” (2005), “Rendition” (2007), “X-Men Origins: Wolverine” (2009) y “El juego de Ender” (2013); se diría que encaja en la categoría de profesionales de oficio y discreción. Es decir, resuelve con solvencia sus encargos, pero no parece haber en ellos ningún deseo de imprimir huella de autoría.
El 13 de febrero de 1933, en un minúsculo municipio de Arcadia, en pleno Peloponeso, nació Costa Gavras. O sea, ha cumplido 86 años y ahora estamos celebrando el medio siglo del filme que lo presentó al mundo: “Z”. Con “Z”, la historia del asesinato del político demócrata griego, Grigoris Lambrakis, en 1963, despegó la carrera de un cineasta de origen heleno que casi siempre se ha movido bajo bandera extranjera.
En país que siempre busca tapar las miserias y echar la culpa al otro, era necesario, a la hora de acometer un filme como “El reino”, evitar tropiezos con la realidad. No se ha hecho mucho cine de ese que califican de político, pero los pocos que se han atrevido: “Lobo”, “El hombre de las mil caras”, “B de Bárcenas”,… cito tres de muy diferente calidad e interés, se tuvieron que rozar hasta mancharse con la servidumbre de “lo real”.