La Covid 19 ha retrasado mucho el estreno de este filme que participó en la sección oficial a concurso del SSIFF de 2020. Es decir “Supernova” ha pasado más de un año esperando poder llegar a nuestras carteleras. Y eso, pese a que lo tenía razonablemente fácil.

Nada que ver con el filme del mismo título protagonizado por Miou-Miou e Isabelle Huppert, “Entre nosotras” pronto se descubre que es mucho más que lo que aparenta ser. Ciertamente su contexto argumental gira en torno a un amor de madurez, una relación tardía de dos vecinas que se enfrentan al último tercio de su viaje vital dispuestas a no perder ese último tren.

En el verano del 85, François Ozon esperaba impaciente -la adolescencia consiste en no tener paciencia-, que llegara el 15 de noviembre para cumplir 18 años. O sea, este verano recreado fílmicamente, que da título a su último filme, sabe bastante del propio Ozon y probablemente ha sido levantado con briznas emocionales conservadas en su memoria.

La acción acontece en Georgia, el país de las cinco cruces; una antigua república soviética con su cabeza puesta en las montañas del Cáucaso y con los pies en el Mar Negro. Un lugar singular entre Asia y Europa. Su bella capital, Tiflis, hecha de calles adoquinadas y monasterios austeros, vivió hace 17 años la llamada “revolución de las flores”.

El principal escollo que ancla la voluntad de vuelo de “Identidad borrada” merece ser respetado. Reconstruida con los mimbres de un hecho real -al final veremos las imágenes de los verdaderos protagonistas-, la capacidad de fabulación de este filme escrito y dirigido por Joel Edgerton, tiene las manos atadas. Por si fuera poco, la repercusión del tema, no se presta a excesos ni distorsiones.

Conforme la casa se vacía, conforme se van vendiendo los últimos enseres de la vivienda habitada por “las herederas”, la mirada de Chela (Ana Brun), una de las dos protagonistas, se inquieta, se amplía, se rebela y, finalmente, se libera. Ganadora del Oso de Plata en la penúltima edición del festival de Berlín, este filme significa el debú en la dirección de largometrajes de Marcelo Martinessi (Asunción, 1973). Para llegar hasta aquí, el director paraguayo mostró su músculo cinematográfico en cuatro cortometrajes multipremiados que le abrieron las puertas a lo que, bajo bandera paraguaya, encierra una coproducción con países como Francia y Alemania.

Presentada en Cannes, dentro de la Quincena, su directora, Arantxa Echevarria se ganó el honor con “Carmen y Lola” de ser la primera mujer realizadora de origen español en pisar la alfombra roja del icónico festival francés. Si se señala que se trata de su primer largometraje, el mérito se agranda.

Lo esencial en “Desobediencia” siempre transcurre en el fondo, detrás de los personajes, en una escenografía interior que se agita con sigilo en la zona oscura de una comunidad judía ortodoxa. Estamos en Londres. En tiempos no muy alejados del aquí y el ahora.