Decidido a no perder tiempo, como si temiera que el meteorito que nos destruirá está al caer, Lanthimos ha entrado en una fase febril, acelerada y fructífera. Tras «Pobres criaturas», un vaciamiento ético y estético que provocó la ira de esencialistas y minimalistas, la animadversión de los ortodoxos y el desconcierto de los que odian la fantasía, presenta un catálogo de conductas perversas.
Cuando los 146 minutos de duración de «Eureka» han concluido, entre las mil y una preguntas que le asaltarán al público, hay una que apuntará al origen de su título. Se sabe, mejor dicho se supone, que «¡Eureka!» -entre exclamaciones- es la interjección que profirió Arquímedes de Siracusa.