El título, “2046”, hace referencia a un tiempo, a un “no lugar”, a una ciudad imaginaria y al improbable número de una habitación de hotel. En el último caso, se corresponde con la habitación que su protagonista quiere habitar pero que, a lo largo del tiempo que dura este filme, nunca lo hará porque, de manera obsesiva permanece en la puerta de al lado, la 2047.

Mikael Håfström pertenece a un amplio elenco de profesionales europeos que en los años 80 y 90 fueron reclutados por Hollywood. El cine de productor necesitaba nuevos directores que aportasen inventiva pero que tuvieran la docilidad necesaria para seguir la regla del juego; esa de la que hablaba Jean Renoir.

Con George Cloney ya no cabe acogerse al rol del actor consagrado que, por un momento, decide pasarse al lado de la dirección para resarcirse de todo aquello que no podía hacer cuando trabajaba bajo las órdenes de otros. De hecho, Cloney, que el próximo mes de mayo cumplirá los 60 años, ha dirigido un total de siete largometrajes.

En medio de una vergonzosa retirada de los grandes estrenos del cine mainstream, en concreto los que vienen desde Hollywood, le ha tocado a una mujer cargar sobre sus espaldas un objetivo imposible, recuperar las taquillas que, desde que apareció el coronavirus, han desaparecido quizá para siempre.

Al menos hay dos alteraciones significativas en “Los nuevos mutantes” que legitiman su pretensión de novedad con respecto a sus orígenes, los “X Men”. Una atiende al género. Aquí, en la decimotercera película de la serie, todo se abisma más hacia el terror que hacia la aventura. La otra ruptura argumental, acude al rejuvenecimiento de sus personajes; estos X-Men son adolescentes en plena ebullición hormonal, o sea, son mutantes en fase hiperbólica.

Postergada por una u otra razón, “Under the Skin” lleva siete años de vida clandestina para el público español. Convertida en pieza de culto, objeto de veneración para los iniciados, para los que frecuentan festivales o se mueven bien en los pliegues de internet navegando en busca de obras perdidas, ni siquiera cuando se supo que Avalon la iba a estrenar quiso acompañarle la suerte.

Todas las acepciones y sinónimos de “obvio” dan noticia del material que sostiene a “El hoyo”. La expresión repetida obsesivamente por uno de los personajes de manera tan reiterativa que termina por contagiarlo todo, da noticia de lo mejor y lo peor de un filme singular y claustrofóbico.

Un plano obsesivo y largo recoge la conversación entre dos personajes que evidencian una relación paterno-filial. El adulto desgrana un cuento de noche, un relato para dormir ante la incesante réplica de su joven interlocutor. La fábula que narra habla de un tiempo de apocalipsis, un lamento distópico que recoge cómo la humanidad encaró la hora oscura de su exterminio.