El metaverso todo lo impregna, todo lo justifica, todo lo traga. Cree en él Mark Zuckerberg, el factótum de Facebook, uno de los dueños del mundo. Se sabe que en el metaverso y los mil y un avatar, ha puesto toda su fortuna. Y como hay muchos intereses en juego y es mucho lo que se juega, la industria del espectáculo secunda con fervor lo que se supone va a ser el mundo que está por llegar.

En 1986 Chernobil se abismaba en el holocausto nuclear. En esos meses EE.UU. bombardeaba Libia y la América que habla español se veía atravesada por “senderos luminosos” de sangre y fuego. También ese año, en el país del reloj de cuco, moría Borges, cerca de donde, once años antes, se despidió Chaplin.

Concebida como una ópera épica -solemnidad sobre esplendor, ritualización sobre impostura, todo cuanto se da cita en “El hombre del norte” reclama el exceso y la excelencia. Su historia, con la que Shakespeare alumbró hasta devorar en demencia a “Hamlet”, abruma y desarma por su esencialidad.

La joven vecina de al lado -ese era el principal encanto de la Sandra Bullock de sus inicios-, ya ha cumplido 57 años. Pero ni se da por aludida ni parece dispuesta a renunciar a perpetuarse en personajes que mezclan la acción con la comedia romántica pese a que ha anunciado que, tras este filme, se dedicaría un tiempo al cuidado de sus hijos.

El exceso de guionistas casi siempre obedece a la mirada asfixiante de una productora ávida de beneficios y a la debilidad del material de partida. En “Way Down”, el material de partida consiste en las imágenes de la algarabía futbolera por la conquista del mundial a cargo de la selección española de fútbol en el año 2010.