Cuando secuencia a secuencia, quiebro a quiebro, “La desconocida” se acerca a su último minuto con un plano largo de inequívoco sabor a despedida, el público percibirá que si al comenzar la película nada sabía de “La desconocida”, cuando el filme ya agoniza, sigue sabiendo muy poco de ella.

El personaje de Laia Costa, Irene, ha sido escrito sin piedad y la actriz le da la convicción necesaria para que resulte tan creíble como comprensible, tan adyacente como aborrecible. Para sellar cualquier grieta que pudiera surgir en ese retrato de dama nada adorable, la directora y coguionista desarrolla una puesta en escena que conjuga la belleza con la precisión, lo que se cuenta con lo que se sugiere.