En el comienzo fue “Toy Story”. Y “Toy Story” surgió como la pieza angular sobre la que nació y creció el fenómeno Pixar. Desde ese mismo momento, 19 de noviembre de 1995, los Pixar Animation Studios se han revelado como la marca de referencia del mundo de la animación. Pixar salvó a Disney. De hecho, Disney es (de) Pixar. De derecho, lo que fue Walt Disney para las décadas de los 40 a los 70, lo está siendo John Lasseter, desde hace ya 25 años, para el mundo del siglo XXI.
Cada cierto tiempo surgen testimonios generacionales que pasan revista a ese punto de (des)equilibrio provocado por la pubertad. Hace unos años se les denominaba relatos iniciáticos por cuanto representaban, en clave de aventura dramática, un proceso de madurez cobrado en forma de cicatrices y pérdidas.
Un error común desdeña el denominado cine mainstream por epidérmico y banal. Pretende que, por comercial y arquetípico, nada hay en él que merezca la pena. La experiencia demuestra que es en estas películas, aparentemente simples y evidentemente torpes, donde mejor se escriben las obsesiones que nos acechan.