Guionista antes que director, Thomas Bidegain, el autor de los libretos de filmes como Un profeta, De óxido y hueso y Dheepan, ha escogido para debutar como realizador un guión de alta densidad y de robusta y alegórica vocación. Según cuenta él mismo a quien quiera escucharle, el origen de este filme, Les cowboys en Francia, Mi hermana, mi hija título en su versión española, debe mucho a las inolvidables tardes que, en su juventud, pasó admirando el mundo del western.

Antes de dirigir Iron Man 3 (2013), y antes de debutar como director con Kiss Kiss Bang Bang (2005), Shane Black fue actor en sus comienzos y luego guionista. Como escritor de relatos fílmicos, bastaría con citar El último gran héroe (1993) dirigida por John McTiernan y El último Boy Scout (1991) de Tony Scott, para certificar que Black no es ni mediocre ni bisoño.

Ahora muchos lo han olvidado, otros nunca lo han sabido, pero lo cierto es que en su comienzo, James Wan fue objeto de posiciones airadamente enfrentadas. La culpa la tuvo Saw (2004), un claustrofóbico relato de horror y sangre en cuyo seno nació Jigsaw, hoy uno de esos grandes referentes del cine de terror que junto a Freddy Krueger, Jason Voorhees, Michael Myers y Leatherface, comanda la galería de los más aterradores monstruos del cine contemporáneo.

Hay un virus que suele afectar a los contadores de historias. Dicha afección provoca sentimientos enfrentados. Se trata de un vértigo irreprimible pero que no muerde a todos. Ser o no víctima del mismo no es cuestión de talento ni de importancia, simplemente afecta a unos y deja indemnes a otros. Su manifestación más perceptible consiste en que, en un momento dado, estos contadores de cuentos se encuentran con la necesidad de hacer una película sobre sí mismos.

Básicamente hay dos niveles de percepción ante Warcraft: el origen. Por cierto, como su título evidencia, los productores parecen dispuestos a comenzar con ella una larga serie a la altura del conjunto de videojuegos a los que sirve y de quienes se sirve. Tras una década de idas y venidas, de disputas y desmoronamientos sobre su traspaso de la pantalla del ordenador y la tablet al cine, que fuera Duncan Jones el escogido sorprendió a todos.

Eddie, el águila apenas tiene fisuras. Solvente y bien barnizada, se agarra con uñas y dientes a una gran estrella actoral, Hugh Jackman. Sin embargo, con ser el suyo un personaje decisivo, Jackman no es el protagonista. Eso ya resulta paradójico. El caso es que esta producción británico-germano-USA de rango medio, según el baremo yanqui, desgrana una historia de superación, una fábula inspirada en hechos reales de esos que ponen la piel de gallina a los adictos al lloriqueo.