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Toxicidad familiar
Título Original: AUGUST OSAGE COUNTY Dirección: John Wells Guión: Tracy Letts, basado en su obra Intérpretes: Meryl Streep, Julia Roberts, Ewan McGregor, Chris Cooper, Abigail Breslin y Juliette Lewis Nacionalidad: USA. 2013 Duración: 125 minuto ESTRENO: Enero 2014
Cuando la película ya ha desplegado todas sus fuerzas, cuando el argumento se ve atrapado en eso que se (re)conoce como el nudo, ese instante en el que parece no haber salida en el horizonte ni posibilidad de echar marcha atrás en el desarrollo de los acontecimientos, tiene lugar una secuencia clave. En ella participan las tres hermanas de este relato que triunfó como obra teatral y que ahora conforma un digno, aunque nunca brillante filme.
A esas alturas, el espectador ya ha podido completar el puzzle, ya sabe de qué cojea cada hermana, cuál es la pena que arrastran y cómo cumplen su penitencia. En ella, se nos muestra cómo, tras una jornada crispada en donde la madre ha vuelto a dar señales de una mezquindad inmensa, las hermanas se sinceran. La tesis que defiende la hermana que ha seguido en casa, al lado de esa madre posesiva y narcodependiente y junto a un padre alcoholizado y escritor, cuestiona los lazos de la sangre. Concluye diciendo que no existen, que nada hay más inconsistente que la fraternidad y los caprichos del ADN.
Esa es la razón de ser de esta obra: mostrar la alta toxicidad que corroe a la familia cuando en ésta no habita la piedad ni el perdón. Se diría que, más allá de almacenar un puñado de recuerdos de la infancia, las relaciones fraternales, según la versión de este filme de John Wells a partir de la obra teatral de Tracy Letts, apenas valen algo.
Y es que Agosto se sabe drama a la vieja usanza. Su verbo tiene precedentes de literatura grave, de teatro extremo. Tracy Letts hereda, a su manera, la mirada amarga de autores que van de Tennessee Williams a John Fante, de Charles Bukowski a Raymond Carver. Por eso todo en Agosto se vive de manera histriónica. El calor es irritante, los personajes, excesivos. Hay tanta acumulación de infierno familiar que, de no ser por el hacer de un reparto excepcional, John Wells se hubiese deshidratado.
Sobresale el pulso entre Meryl Streep y Julia Roberts, pero ellas ni son las únicas ni sus interpretaciones son las mejores. Hay en este casting toneladas de densidad actoral, un derroche de pata negra de la escena. Tanto, que su mejor baza se convierte en su mayor lastre, ese que impide que nos olvidemos del intérprete para creer en los personajes. En Agosto nunca se rompen las cadenas de su esencia teatral.
No hay credibilidad en la plana dirección de un temeroso John Wells. Sabedor de que se había puesto en sus manos un libreto de oro, maniatado porque los productores decidieron responder a ese guión con una selección de lujo, Wells se pasa todo el filme tratando de que la cámara no se desequilibre. Y lo consigue temblando, su mirada se mantiene en ese tono medio por el que, como capas de cebolla, una tras otra, se nos muestran las vergüenzas y los secretos de familia. Una familia, la del drama de Tracy Letts, que nos hace añorar aquellas otras que cineastas como Bergman y Huston desnudaron sin tantos aspavientos.
Aquí los infinitos reflejos de debilidad y mentira que arrastran los comensales (la mesa como escenario para representar la condición humana), se llena de sombras, se hace oscuridad. Hay amargura y patetismo. Se nos dice que algunos miembros de la familia poseen una gran sensibilidad y talento. Si lo tienen, eso no los convierte ni en relevantes ni en modélicos. A falta de esa luz, todo desemboca en un quitar máscaras, en un juego que abrocha a Chejov con Shakespeare. Y así, con el pretexto de mostrar las heridas de tres hermanas, Agosto radiografía el delirio de una madre “Lear” incapaz de mantener unidas a sus hijas porque es incapaz de querer(se), incapaz de perdonar(se), incapaz de vivir.