Concebida para acariciar el Oscar, 12 años de esclavitud se pasea como la película de la concordia, ese título capaz de aunar en el mismo aplauso todas las miradas. Empecemos por orden. Para derrumbar las murallas más críticas, esta producción ofrece a un cineasta temible. Un hombre que surgió del siempre árido territorio del arte contemporáneo y lo hizo abofeteando la adormilada escena cinematográfica.

El éxito de Futbolín en Argentina -dos millones de espectadores han pasado por los cines de su país de origen-, puede asemejarse al que aquí obtuvo Las aventuras de Tadeo Jones. Ambas representan la respuesta digna y comercial de la industria de la animación periférica a un mercado en el que Pixar manda, EE.UU. recauda y, de vez en cuando, Japón nos regala con alguna obra maestra.