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Mirada atrás, paso ¿adelante?

Dirección: Tim Burton Guion: John August; basado en un argumento de Tim Burton y Leonard Ripps; basado en el cortometraje de Tim Burton Doblaje original: Winona Ryder, Catherine O’Hara, Martin Short  y  Martin Landau  Nacionalidad:  EE.UU. 2012 Duración: 87 minutos

Cuando Tim Burton era un completo desconocido, ocupaba un pequeño rincón en el imperio de una Disney que comenzaba a dar síntomas de agotamiento. Allí, en el templo presidido por un ratón resabidillo y un pato verborreico, Burton era el freakie, un raro extravagante, un personaje al que sus compañeros miraban con desdén y al que le dieron el finiquito. Ahora Burton ocupa lugares prominentes en el MoMa al lado de Andy Warhol y Sophie Call. Hoy es una personalidad. Pero cuanto más se le abren los museos, más titubea el cine que practica. Puesto bajo sospecha, los últimos tiempos han visto declinar ¿con razón? su prestigio. Fue menospreciada su incursión en el mundo de Lewis Carroll. Y fue acogida con tibieza su revival de la televisiva Sombras tenebrosas.  Se olvida que la trayectoria de Burton siempre ha estado marcada por los altibajos. Lo que ocurre es que no hay unanimidad en adjudicar dónde está el grano y dónde la paja en el cine del autor de Ed Wood.

A Burton le pasa como a Woody Allen. Se tiene la impresión de que ya no busca hacer esa gran obra, sino que simplemente aspira a enhebrar uno tras otro, nuevos títulos acometidos como capítulos de una obra mayor que sería toda su filmografía. Si Allen acudió a viejos guiones, Burton ha escarbado en su pasado como cortometrajista para sacar este Frankenweenie que, como se desprende del título, es un homenaje arrebatado a la historia del Monstruo de Frankenstein. Desde el mismo arranque el recuerdo de los filmes rodados por James Whale para la Universal, reclaman su paternidad. En todo caso, Burton ha aplicado una operación epifánica para, a partir de su viejo cortometraje, reeditar su frescura. Y ciertamente, acometida en riguroso blanco y negro, con un punto de partida gozoso y muchos minutos de verdadero acierto, este filme de Burton repite paso por paso lo mejor (y lo peor) de su cine. Hay ingenio, conocimiento del medio y esa extravagancia del freakie que el autor de Eduardo Manostijeras lleva pegado a su esqueleto. Pero también se asoma la ausencia de esa mordacidad gamberra y beligerante que alumbró su juventud y la amenaza de quien presiente que su opción vital resulta menos convencional que la que muestran sus propios hijos.

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