Nacido para ser clásico

Título Original: LOOPER Dirección y guión:  Rian Johnson  Intérpretes: Bruce Willis, Joseph Gordon-Levitt, Emily Blunt , Paul Dano, Piper Perabo, Jeff Daniels, Garrett Dillahunt y Noah Segan Nacionalidad:  EE.UU. 2012   Duración: 107 minutos ESTRENO: Octubre 2012


La idea que ha movido el guión de Looper, la suma de sus múltiples y poliédricas imágenes, descansa en algo evidente. Looper ha sido engendrada por un acto de cinefilia febril, un gesto ambiguo que aparenta modernidad y ruptura cuando rezuma la solidez extrema de aquello que se sabe clásico. Y cuando se dice clásico se alude a la doble acepción de saberse modélico y de sentirse perteneciente a la plenitud de un género. En este caso hablamos del fantástico, un territorio complicado que goza ahora de una extraordinaria salud gracias al advenimiento del cine digital. 

Pero dejemos aquí esta digresión para centrarnos en lo que Looper representa. Resulta curioso escuchar a Rian Johnson (Brick (2005), The Brothers Blosson (2008) hablar de sus referentes. Es muy esclarecedor observar que Johnson ha citado desde influjos tan evidentes como Terminator de James Cameron y 12 monos de Terry Gilliam a sombras tan larvadas e insospechadas como el Shakespeare de Macbeth, los dilemas morales de Kierkegaard, los  ecos de T.S. Elliot e incluso algún roce tangencial con el escritor japonés de moda, Murakami. Sin desmenuzar qué hay de cada uno de estos y otros muchos restos que alimentan este viaje a través del tiempo, conviene rendir homenaje a la figura más decisiva que sostiene la idea decisiva de Looper. Hablamos del Chris Marker que hace unos meses moría como vivió, quedamente, sin estridencias ni aspavientos.
Rian Johnson con Looper ingresa en esa división exclusiva en la que gentes como Fincher, Shyamalan, Nolan y, durante un tiempo, los hermanos Wachowski transitan como valedores del cine contemporáneo. En sus manos, la ciencia ficción y la fantasía no es el género sino el paisaje; el telón de fondo desde donde Johnson, en este caso, vuelve a reencontrarse con el cine noir que en clave de farsa utilizó en Brick. Como se recuerda, aquello era un artificio que llevaba al terreno de un instituto juvenil las traiciones y pasiones que sacudían las historias de Bacall y Bogart. Aquí, en Looper, Johnson exprime en clave mainstream, y con 30 millones de dólares, lo que Marker formuló con precisión inquietante y con poco dinero en La Jetée (1962). En apenas media hora, en blanco y negro y con fotos fijas, Marker, nacido un 29 de julio de 1921 y fallecido otro 29 de julio de 2012, dibujó un inagotable bucle lleno de enigmáticas resonancias. Una hipótesis que curiosamente Bruce Willis repite aquí por tercera vez. Johnson, representante de una generación que une un conocimiento exhaustivo del cine con la firme voluntad de recuperar las esencias heroicas del protagonista bueno, milita en una suerte de neoclasicismo de la que este filme se revela como una pieza extraordinaria. Todo en Looper vuela alto, todo reclama el tributo de obra magistral. Posee un guión capaz de pasearse por los mejores referentes del género y digerir sus enseñanzas. Cuenta con un reparto sólido donde Willis y Lewitt forjan una escalofriante simetría. Y Johnson, liberado de la necesidad de demostrar quién es, algo que teñía de pedantería su primer largometraje, se entrega al disfrute de lo que Looper necesita ser. Y ese ser se puede explicar en dos palabras: divertimento inteligente.
En un hábil guiño de metalenguaje, Looper nos previene de la necesidad de no tropezar con la paradoja de los viajes a través del tiempo. Lo que importa, se dice, no son las grietas implícitas en ese bucle, sino la actitud con la que los seres humanos se enfrentan a la existencia. Y en este caso, ese enfrentamiento se hace desde dos premisas: el amor y el sacrificio. Puro John Ford en un siglo que no le pertenece, aunque el buen cine siga siendo suyo. 
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