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Postarantanismo cañí
Título Original: IMPÁVIDO Dirección: Carlos Therón Guión: Carlos Therón, Alfonso Aranda y Roberto Therón Intérpretes: Julián Villagrán, Nacho Vidal, Marta Torné, Manolo Solo, Pepón Nieto, Carolina Bona, Selu Nieto, Víctor Clavijo y Pepo Oliva Nacionalidad: España. 2012 Duración: 95 minutos ESTRENO: Agosto 2012
En su despegue, Impávido convoca todos los fantasmas del peor cine español. Es más, a la altura del minuto diez, el diagnóstico se agrava. Para entonces ya se sabe que a Impávido no le basta con reiterar las señas de identidad del cine de caspa y boina de los años 60 sino que, en su voluntad de ser contemporáneo, apuesta por el tono irónico, anfetamínico y desesperado del cine británico del postarantinismo. Es, a partir de comprobar que lo que Carlos Therón ha ideado es una especie de Trainspotting de Carabanchel; un pariente pobre de Snatch: Cerdos y diamantes; cuando se empieza a percibir que en su desvarío, Impávido será capaz de pergeñar algunas secuencias entretenidas. Su relato crece sobre las vicisitudes de lo que ahora se denomina un pagafantas, caricatura del antihéroe español de la comedia de sal gruesa y aceite rancio, siempre suspirando por una hembra, siempre burlado por su estulticia. La historia de un ladrón de coches que se come el marrón de un encarcelamiento a costa de no delatar a su novia, rubia arquetípica quien desde su primera aparición se sabe que se la pegará, camina entre la factura televisiva y la mirada insolente de quien aspira a enganchar a un público popular que no sabe cómo es una sala cinematográfica.
Director de la segunda entrega de Fuga de cerebros, Therón parte de un cortometraje propio para mostrar que, además de ponerse al servicio de la taquilla, también aspira a elaborar una propuesta propia. Titánica tarea que se rompe en un estrabismo desconcertante. Personajes como el que en apenas unos minutos crea Pepón Nieto, hacen de contrapunto a garabatos como el que Nacho Vidal representa. Con un reparto actoral sin posibilidad de declinar con credibilidad situación alguna, Therón echa mano de las señas de identidad de la generación a la que pertenece. Se sirve de la ironía y el exceso para edificar un constructo que pretende ser divertido y que sólo lo es cuando el espectador desiste de pedirle al filme lo que el filme nunca le dará: coherencia. O sea, cuando se comprende que un país de recortes solo puede sostener una industria cercenada. Bastaría con enfrentar Impávidos con Todo por la pasta de Urbizu para comprender que estamos en horas bajas.