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La familia que come unida permanece ¿unida?
Título Original: LE SKYLAB Dirección y guión: Julie Delpy Intérpretes: Julie Delpy, Lou Alvarez, Eric Elmosnino, Aure Atika, Noémie Lvovsky, Bernadette Lafont, Emmanuelle Riva y Marc Ruchmann Nacionalidad: Francia. 2011 Duración: 113 minutos ESTRENO: Agosto 2012
Ninguna como la cinematografía francesa para forjar precisos e inolvidables retratos familiares. Una tradición de raíces profundas cuya sabia surge de su propia literatura, se nutre de la pintura y que, finalmente, florece a través de un cine de naturalismo impresionista atento al pequeño matiz, sensible con el deslumbramiento de las cosas insignificantes, esas pequeñas rimas que confieren a la existencia su razón de ser. Maestros y precedentes ilustres guian el camino de Julie Delpy, una cineasta que lo fue tras probar su talento como actriz al servicio de narradores tan perspicaces como Godard, Tavernier, Carax, Kieslowski, Linklater y Jarmusch. Frágil presencia de reflejos extremos, Delpy encarna con la misma pasión a la Virgen en La noche oscura de Carlos Saura que a la Chloe de Misterios del sexo de Alan Rudolph. Ahora, desde hace cinco años, tras una carrera de vértigo, Julie Delpy es actriz sólo para si misma en las películas que ella dirige, como ésta que ahora nos ocupa.
Presentada a concurso en la edición 2011 del festival donostiarra, El Skylab ofrece una comedia en la que se entona un encendido cántico a la familia, ese club social al que se pertenece sin intervención de la voluntad propia (a veces, ni ajena). En la tradición del mejor Renoir de La regla del juego, Delpy ambiciona descubrir las normas del clan en un ejercicio de nostalgia preñado de una autocomplacencia que en los últimos minutos se abisma hacia la parodia.
El pretexto que da título a su película se ceba en la incertidumbre de dónde podría caer el Skylab, la primera estación espacial norteamericana, cuando tras seis años de orbitar alrededor de la Tierra regresó sin saberse dónde lo haría. Estamos pues, en el 11 de julio de 1979, un tiempo que Delpy recrea con reflejos más o menos ficcionados de su propia existencia. Recordemos. La chica lista del Godard de Detective, nació en el París de 1969. Tenía en el momento del aterrizaje incierto del Skylab diez años, como la niña protagonista de su filme.
De manera que, inspirada en su propio cuadro familiar, hija de actores en el contexto de una familia sin duda excéntrica y nada convencional, Delpy reconstruye esa atmósfera del final de los 70 con la intención de culminar una radiografía metafórica de la propia sociedad francesa de aquel ayer y de este ahora. Delpy no ignora que sus compatriotas han cultivado algunos de los mejores álbumes familiares de la historia del cine. En los últimos 50 años, obras maestras de Malle a Assayass jalonan una cartografía en la que este largometraje ofrece algunas estribaciones de interés.
El despertar a la sexualidad, los conflictos familiares, las rencillas personales que trasportan las diferencias políticas y el núcleo familiar como crisol donde los recién nacidos conviven con quienes pronto han de morir, ofrecen un referente notable para ensayar eso que, de manera tan poética como incierta, llamamos condición humana.
En el camino, Delpy hace lo que los actores devenidos en directores suelen hacer: brindar a sus intérpretes un espacio para el lucimiento. De esa manera, con un ritmo vivo y a través de un enjambre actoral, el filme discurre ameno, divertido, con pequeños recovecos de emoción indudable y sin mayor pretensión que la de configurar una moraleja final. Un desenlace de remarcada obstinación apologética en pos de los valores familiares. Como en El hombre que mató a Liberty Valance, en El Skylab se escruta el pasado desde un presente desprovisto de esa aureola romántica que supura la nostalgia. Y en ese desenlace, la directora hace un corte de mangas en beneficio del ayer, un gesto que evidencia la impotencia ante el tiempo que se fue.