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El huérfano y la dentistaTítulo Original: LES HERBES FOLLES Dirección: Alain Resnais Guión: Alain Resnais y Laurent Herbiet; basado en la novela de Christian Gailly Intérpretes: Sabine Azéma, André Dussollier, Anne Consigny, Emmanuelle Devos y Mathieu Amalric Nacionalidad: Francia e Italia. 2009 Duración: 104 minutos ESTRENO: Marzo 2012
En 1936, Alain Resnais filmó su primer cortometraje. Tenía 14 años. Tuvo que esperar otros diez años y una guerra mundial para poder hacer su segunda película. Lleva, pues, 76 años sin parar. Un hito que se descubre en prodigioso cuando se apunta que, entre sus numerosas obras, se hallan piezas como Noche y niebla (1955), El año pasado en Mariembad (1961), Providence (1977), Smoking y No Smoking (1993) y Coeurs (2006), por citar sólo algunas de las imprescindibles. Pese a ese vertiginoso historial en el que se descubren nombres como Agnès Varda, Marguerite Duras, Chris Marker, Truffaut, Godard,… buena parte de su filmografía sigue inédita en España.
Las malas hierbas crece sobre una novela de Christian Gailly que prendió en el interés del veterano director. En esencia es un rompecabezas ingenioso que juega con la percepción, con el azar y con la veleidad de los afectos y el amor. Con un fragmento de asfalto resquebrajado por las malas hierbas abre su filme Resnais para mostrar una ligereza espectacular. A Resnais, el libro del que parte, le da el impulso suficiente como para procurarse un divertimento que pone a prueba su talento para la transgresión. El Resnais que tanto y tan bien habló de la guerra y la memoria, cuando estaba a punto de cumplir los noventa años, este filme es de 2009, prefiere aplicar su interés en un relato distorsionado que comienza con una voz en off para presentar los (des)encuentros de una dentista aficionada a volar y el hombre que por casualidad encontró su cartera robada. Así, con un homenaje al azar, Resnais desparrama a lo largo del filme toda su galería de recursos. Más que un filme sostenido por un punto de vista, son muchos puntos de vista que sostienen una historia mecida por el vaivén de una montaña rusa. Resnais pone a prueba la capacidad de distanciamiento del espectador. Le obliga a cuestionarse por la naturaleza de un filme que viene a ser una versión intelectualizada de una Amélie otoñal en donde se habla del deseo, de la culpa, de la ausencia, de la muerte, de lo ridículo y, sobre todo, de la acomodada vida francesa. Siempre tan ordenada, tan reglada y arreglada, tan previsible hasta que un día, alguien roba un bolso y comienza el efecto mariposa al estilo Resnais.
En 1936, Alain Resnais filmó su primer cortometraje. Tenía 14 años. Tuvo que esperar otros diez años y una guerra mundial para poder hacer su segunda película. Lleva, pues, 76 años sin parar. Un hito que se descubre en prodigioso cuando se apunta que, entre sus numerosas obras, se hallan piezas como Noche y niebla (1955), El año pasado en Mariembad (1961), Providence (1977), Smoking y No Smoking (1993) y Coeurs (2006), por citar sólo algunas de las imprescindibles. Pese a ese vertiginoso historial en el que se descubren nombres como Agnès Varda, Marguerite Duras, Chris Marker, Truffaut, Godard,… buena parte de su filmografía sigue inédita en España.
Las malas hierbas crece sobre una novela de Christian Gailly que prendió en el interés del veterano director. En esencia es un rompecabezas ingenioso que juega con la percepción, con el azar y con la veleidad de los afectos y el amor. Con un fragmento de asfalto resquebrajado por las malas hierbas abre su filme Resnais para mostrar una ligereza espectacular. A Resnais, el libro del que parte, le da el impulso suficiente como para procurarse un divertimento que pone a prueba su talento para la transgresión. El Resnais que tanto y tan bien habló de la guerra y la memoria, cuando estaba a punto de cumplir los noventa años, este filme es de 2009, prefiere aplicar su interés en un relato distorsionado que comienza con una voz en off para presentar los (des)encuentros de una dentista aficionada a volar y el hombre que por casualidad encontró su cartera robada. Así, con un homenaje al azar, Resnais desparrama a lo largo del filme toda su galería de recursos. Más que un filme sostenido por un punto de vista, son muchos puntos de vista que sostienen una historia mecida por el vaivén de una montaña rusa. Resnais pone a prueba la capacidad de distanciamiento del espectador. Le obliga a cuestionarse por la naturaleza de un filme que viene a ser una versión intelectualizada de una Amélie otoñal en donde se habla del deseo, de la culpa, de la ausencia, de la muerte, de lo ridículo y, sobre todo, de la acomodada vida francesa. Siempre tan ordenada, tan reglada y arreglada, tan previsible hasta que un día, alguien roba un bolso y comienza el efecto mariposa al estilo Resnais.