Título Original: THE IRISHMAN Dirección: Martin Scorsese Guión: Steven Zaillan Intérpretes:  Robert De Niro,  Al Pacino,  Joe Pesci,  Harvey Keitel y  Bobby Cannavale País:  EE.UU. 2019  Duración:  210 minutos

Pintor de paredes

Sin posibilidad de sintetizar en este espacio lo que “El irlandés” representa, habrá que optar por el orden telegráfico.Todo en la última película de Martin Scorsese se complace en un perverso juego de afirmación y negación; nada es lo que parece, pero todo acaba por ser lo esperado. O sea estamos ante un Scorsese en su estado más puro y duro, más inspirado y más autocomplaciente. De algún modo, “El irlandés” es el regalo que se han hecho así mismos, Scorsese y De Niro. Entre otras cosas para evidenciar que ese tándem llevaba un cuarto de siglo sin trabajar. Ambos como productores se han pasado unos cuantos años pendientes de un proyecto del que solo la potencia de Netflix ha asumido el riesgo. Alcanzado su objetivo, los 210 minutos que dura el filme, huelen a historia, como si supieran que la están haciendo. No la historia del récord de taquilla, esa a Scorsese le preocupa relativamente, sino la de permanecer como un clásico.
En ese sentido, “El irlandés” responde a esa naturaleza de cine monumental, obra operística de geometrías y excesos, aunque todo se mueva en la intimidad de las alcobas y los hogares y utilice un viaje, una road movie, como cremallera dorsal que, conforme avanza, más sentido da a todos y a cada uno de sus personajes. Personajes encarnados por actores de leyenda pero que entre tanto grande se impone solo uno. ¿Jimmy Hoffma (Al Pacino), el sindicalista corrupto? No. El foco de interés viene verbalizado en el título, es un soldado yanqui de origen irlandés curtido en la lucha del frente siciliano.
A Scorsese, siempre apesadumbrado por la cuestión de la culpa y el perdón, le sirve ese soldado convertido en “pintor de casas” de la mafia italiana, como sujeto de reflexión sobre la ética y el poder. Frank Sheeran representa lo que el capitán Conan significaba para Tavernier. La conciencia de Sheeran, capaz incluso de matar al hombre que más quiere, la redime su lealtad al poder. Lo insinúa el filme cuando muestra al soldado Frank ajusticiando a dos soldados alemanes. Un perro de presa criado para matar carece de culpa y de responsabilidad. Pero ésta, con ser la principal cuestión, oímos y vemos de fondo los conflictos militares de EE.UU. en medio mundo, tiene muchos recovecos, importantes contradicciones y un desgarrador epitafio. Incluso los violentos y los poderosos son carne de asilo. 
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