Ya en un cortometraje anterior, “Submarino”, 2016, Mounia Akl y Clara Roquet, directora y coguionista, se asomaban a la denominada crisis de la basura en Líbano. Son tiempos de suciedad. También allí estaba la actriz Yumna Marwan.
En una edición en la que se presentaban películas como “Un héroe”, de Farhadi; “La peor persona del mundo”, de Joachim Trier, “El contador de cartas”, de Schrader; y “El acontecimiento”, de Audrey Diwan; el jurado de la Seminci decidió que ésta era la mejor película dejando estupefacta a buena parte de quienes estábamos allí.
Hong Sang-soo no hace películas al estilo tradicional. No trabaja como la mayoría de los directores. Ni va en busca de nuevos temas, ni se adentra en territorios inhóspitos ni desconocidos.
Como si su protagonista viviera encerrado en el interior de una pieza de Cornelis Escher, Asghar Farhadi muestra a su «héroe» como un náufrago en un laberinto de agua: se pierde y se ahoga. Le vemos subir escaleras -reales o metafóricas- pero se nos sugiere que cuanto más asciende, más se abisma.
Porque en Irán el temor de Dios recorre sus calles, la culpa y el perdón parecen empapar casi todas sus obras cinematográficas. Al menos las que nos llegan. Esa atmósfera preñada de extraña religiosidad aparece a ojos occidentales como amenaza y diferencia.
Hace dos años, “A Land Imagined” se hizo con el Leopardo de Oro del festival de Locarno. Unas semanas más tarde, un festival tan canónico como Valladolid tuvo a bien destacar su calidad y le concedió un premio a su fotografía. Pese a ello, a que es una película premiada, “A Land Imagined” podría no haber llegado nunca a nuestras carteleras.
Título Original: THE PERFECT CANDIDATE Dirección: Haifaa Al-Mansour Guión: Haifaa Al-Mansour, Brad Niemann Intérpretes: Mila Al Zahrani, Nora Al Awadh, Dae Al Hilali País: Arabia […]
Una lluvia de estrellas recibidas por ilustres cronistas desconocidos rodea la foto del retrato familiar que preside el cartel propagandístico de “The Farewell”. Ese empeño en avalar los estrenos con más estrellas que un árbol de navidad no es sino el patético esfuerzo de los publicistas, en cuyas manos se encuentra el destino de las salas de cine.
Unos calcetines colgados, puestos a secar enfrente de un ventanuco de lo que se adivina es un semisótano, marcan el inicio y el final del salvaje periplo de unos protagonistas que caminan descalzos. La desnudez de los pies es un atributo extremo. Llevar los pies desvestidos, sin protección, es condición solo al alcance de quien no tiene nada que perder: los dioses y los desheredados. Los burgueses no, los burgueses llevan siempre los pies bien protegidos.
La estructura de “Hasta siempre, hijo mío”, bello filme engarzado a golpe de austeridad emocional, corre como un tren de vagones desordenados. Su metrónomo da triples saltos, avanza y retrocede en el tiempo; retuerce el calendario y juega con lo que fue, para sugerir lo que pudo haber sido.