En una edición en la que se presentaban películas como “Un héroe”, de Farhadi; “La peor persona del mundo”, de Joachim Trier, “El contador de cartas”, de Schrader; y “El acontecimiento”, de Audrey Diwan; el jurado de la Seminci decidió que ésta era la mejor película dejando estupefacta a buena parte de quienes estábamos allí.

Como si su protagonista viviera encerrado en el interior de una pieza de Cornelis Escher, Asghar Farhadi muestra a su «héroe» como un náufrago en un laberinto de agua: se pierde y se ahoga. Le vemos subir escaleras -reales o metafóricas- pero se nos sugiere que cuanto más asciende, más se abisma.

Hace dos años, “A Land Imagined” se hizo con el Leopardo de Oro del festival de Locarno. Unas semanas más tarde, un festival tan canónico como Valladolid tuvo a bien destacar su calidad y le concedió un premio a su fotografía. Pese a ello, a que es una película premiada, “A Land Imagined” podría no haber llegado nunca a nuestras carteleras.

Una lluvia de estrellas recibidas por ilustres cronistas desconocidos rodea la foto del retrato familiar que preside el cartel propagandístico de “The Farewell”.  Ese empeño en avalar los estrenos con más estrellas que un árbol de navidad no es sino el patético esfuerzo de los publicistas, en cuyas manos se encuentra el destino de las salas de cine.

Unos calcetines colgados, puestos a secar enfrente de un ventanuco de lo que se adivina es un semisótano, marcan el inicio y el final del salvaje periplo de unos protagonistas que caminan descalzos. La desnudez de los pies es un atributo extremo. Llevar los pies desvestidos, sin protección, es condición solo al alcance de quien no tiene nada que perder: los dioses y los desheredados. Los burgueses no, los burgueses llevan siempre los pies bien protegidos.