La mayor o menor complicidad que «Siempre nos quedará mañana» ejercerá sobre el público, depende básicamente de la aceptación del espectador ante un recurso estilístico que no admite paños calientes.
Nick Winton murió hace 9 años. Había cumplido 106 y su punto vertebral, ese que convierte una vida discreta en algo extraordinario, aconteció en 1939, cuando Hitler se disponía a invadir Checoslovaquia.
Como Jorge Oteiza, Hayao Miyazaki (5 de enero de 1941) se abrazó a la senectud antes de cumplir los sesenta años. Quiso hacerse viejo antes de serlo. Así pues, se convirtió en (venerable) patriarca al anunciar que su tiempo ya había acabado. Investido con los atributos que se presupone a la ancianidad, entre otros, la sabiduría y el cansancio; el autor de «La princesa Mononoke» lleva años diciendo que se va, que su obra ya ha concluido.
Los nazis, con sus campos de exterminio, representaron la máxima ignominia del ser humano. Nunca la humanidad se había envilecido tanto. Pero fue EE.UU. con sus dos bombas atómicas lanzadas sobre dos poblaciones indefensas, Hiroshima y Nagasaki, quien entreabrió la puerta a la ira de dios, suya fue la hora del apocalipsis; la acción más sanguinaria realizada jamás por nadie.