Ambientada en el primer tercio del siglo XVIII, cuando el absolutismo de las coronas europeas no conocía más límite que el de la decadencia y la podredumbre de la corte que custodiaba al monarca, «La tierra prometida» ahonda en la resbaladiza complejidad de eso que conocemos como la cuestión humana.
Como en «La clase» («Entre les murs») de Laurent Cantet, la protagonista de «Sala de profesores» inesperadamente se encuentra aprisionada «entre los muros» del centro escolar en el que imparte clases de matemáticas y gimnasia.
A estas alturas, cuando uno descubre el nombre de Matthew Vaughn al frente de un proyecto fílmico, ya sabe a qué se enfrenta. Autor de títulos tan transparentes y poco ambiguos como «Kick-Ass» (2010), «X-Men: primera generación» (2011) y «Kingsman: servicio secreto» (2014), este director londinense nacido al comienzo de los años 70, se mueve con agilidad e ingenio dentro de ese cine con vocación mainstream que mezcla acción con humor, caricatura ácida con aventura destroyer, sabedor de que no debe perder de vista al gran público.