En “Dogville”, Lars von Trier, siempre tan lúcido, siempre tan perverso, colocaba al espectador en una situación incómoda al apropiarse del artificio del lenguaje teatral. En su corte de mangas al verosímil cinematográfico, en su ruptura con respecto a la servidumbre al realismo fotográfico, la escenografía mostraba estructuras sin paredes.
La primera noticia que tuvimos de María Alché fue encarnando el personaje de Amelia en “La niña santa” de Lucrecia Martel. Tenía 20 años, ella era la niña Amalia y ni siquiera sabía que estaba en el comienzo de una carrera profesional. Desde entonces, María Alché ha intervenido en casi una decena de largometrajes y varios cortos.
“La profesora de parvulario” tiene un precedente israelí. Estamos ante un remake habitual en el cine americano que compra derechos de películas extranjeras para revenderlas tras una operación de lifting siempre de valor discutible. De “Abre tus ojos” de Amenábar, convertida en “Vanilla sky”, a “Déjame entrar”, por citar dos ejemplos, hay decenas de remakes a los que, para eso tienen el poder, la industria de Hollywood se encarga de borrar el modelo de partida para que se imponga su propio discurso.