Muchas de las reseñas críticas que se alzan en torno a este filme de título singular, El sacrificio de un ciervo sagrado, utilizan el calificativo “bíblico” para tratar de encauzar, para ilustrar de algún modo, la ira que riega sus venas.
Tezuka no dudó en manifestar su admiración por Walt Disney, una fascinación que, como buen japonés, pagó de la mejor manera que sabe hacerlo una cultura para la que la originalidad no es divisa: trasladó al corazón de Tokio los usos, modos y maneras de Disney.
Una convicción generalizada desde el tiempo de Acción mutante (1992) sostiene que Alex de la Iglesia no sabe terminar sus películas. Al mismo tiempo reconoce que se trata del director español que más energía evidencia en la puesta en escena.