Si no se supiera que su director se llama Antonio Méndez Esparza y que nació en Madrid, nada al ver La vida y nada más haría sospechar que su realizador no es un afroamericano nacido en la América más profunda.
Si a algún santo se encomienda Lynne Ramsay es a Alfred Hitchcock, un director británico como ella y que, como ella, no oculta su querencia manierista bombeada con un corazón de domador del espacio y del relato.
Entre los agradecimientos, al final de los créditos, Francis Lee cita a Mike Leigh. Y al convocarlo se reafirma en la tradición del british cinema y su apego patológico al realismo.