Superhéroe con acné 

Título Original: SPIDER-MAN: HOMECOMING DDirección: Jon Watts Guion: John Francis Daley, Jonathan Goldstein, Christopher Ford, Chris McKenna, Jon Watts, Erik Sommers (Personajes: Steve Ditko, Stan Lee) Intérpretes: Tom Holland, Robert Downey Jr., Michael Keaton, Marisa Tomei, Jacob Batalon, Zendaya País: EE.UU. 2017 Duración: 133 minutos ESTRENO: Julio 2017

Aquello que se le atribuye a Karl Marx sobre que “la historia siempre se repite dos veces, primero como tragedia, como farsa después”; podría aplicársele a la nueva entrega del personaje de la Marvel, Spiderman, al que su director, Jon Watts le imprime un decidido tono caricaturesco, un exceso de cartoon y acné incorporado en un personaje demasiado teenager como para ser tomado en serio y, por ello, demasiado ¿inmaduro? como para comprender el significado de esa pulsión de muerte que anida en el ADN del ser humano.
Por otro lado cabría preguntarse cuántas veces volveremos a tener que ver la misma historia de superhéroes que Hollywood nos cuenta desde que los efectos especiales le dieron al cine lo que era propio del mundo de la ilustración y el tebeo. Ese lo que era propio del trazo dibujado no es sino la capacidad de, con unos simples garabatos, conferir una sensación de realismo y autenticidad a los mundos más maravillosos, las escenas más fantásticas y las criaturas más monstruosas y horripilantes que la imaginación pueda concebir. Ahora, la tecnología digital crea con dosis de verosimilitud todo lo que pueda imaginar la mente de un guionista.
Pues bien, farsa y efectos especiales dominan este “Spiderman: Homecoming” que no podrá evitar ser comparado con el hacer de Sam Raimi. especialmente entre los espectadores de más de 25 años. Paradójicamente, Jon Watts y el pelotón de guionistas que le han acompañado, no parecen fijarse tanto en los precedentes del personaje interpretado por Tobey Maguire como en la declaración de guerra que el siempre afectado y eternamente vanidoso Alejandro González Iñárritu hacía contra el cine de superhéroes. Iñárritu, recuerden, acusaba de fascistas a este tipo de títulos inspirados por la Marvel y la DC cuando hizo la presentación de “Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia”. Profético título porque era desde el desconocimiento desde donde él hizo su incursión en una temática que desprecia porque poco sabe y siente de ella.
Probablemente sea en este terreno al que antes se le decía metalenguaje, donde haya que establecer una intención nada inocente al filme de Watts, al darle el papel del archivillano al mismo actor protagonista, un Michael Keaton que aquí sí parece saber cómo se siente cuando uno lucha contra una leyenda llamada Spiderman.
Pero hay más. El prólogo empieza con él antes de abismarse por el camino de la delincuencia y lo presenta como un buen empresario-trabajador dedicado a retirar la basura de las grandes desgracias, enviado al paro y, por el paro, devenido en un supervillano dispuesto a no perder su empresa.
Watts ha sabido entender que no podía enfrentarse a la devoción y el talento de un Sam Raimi buen conocedor y mejor disfrutador del universo de la Marvel, con esas mismas armas. En consecuencia, como hacen muchos autores japoneses del mundo del anime, su película apuesta por una vía menos epopéyica y más humorística. Una versión rejuvenecida que gana en vitalidad lo que pierde en transcendencia.
Por ese lado “Spiderman: Homecoming”, con los cameos oportunos del Hombre de Hierro y Capitán América, se sabe nacida para ser disfrutada por un público afín al personaje. Un público que rápidamente asumió las zozobras del más joven de los superhéroes y, entre cuyos seguidores, comienzan a proliferar muchos que apenas han aprendido a leer.
Así, con la mirada puesta en la última etapa de la infancia, pero sin molestar a los demás, Watts consigue lo que se proponía, una farsa modélica que gana en divertimento lo que pierde en gravedad. Aunque eso solo funcione con quienes, al contrario que Iñárritu, no tengan prejuicios contra las películas de esta naturaleza.

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