La sustancia que empapa de principio a fin Sieranevada sabe del miedo, emana de él y él corre por sus venas. Miedo a vivir. A lo largo de casi tres horas que dura el filme, la mayor parte de ellas rodadas en el interior de una vivienda, un grupo familiar se reúne para conmemorar los cuarenta días de la muerte del padre.

Emir Kusturica podría recitarse a sí mismo las estrofas que Quevedo dedicó a Góngora cambiando las sombras del judaísmo por las de su pertenencia a un país, Yugoslavia, que hoy ya no es nada sino pasado, apenas evocado por quienes no tenían veinte años cuando se deshizo en medio de una guerra horrorosa.