Nacido en Oak, Tennessee, hace 53 años, Gore Verbinski y su filmografía, desconciertan. Empezar dirigiendo un filme titulado Un ratoncito duro de roer (1997) y no desaparecer en el intento, solo significa que posee una piel de roca y una adaptación de camaleón. ¿Valen estas dos cualidades para considerar que en su cine hay señales de autoría? Veámoslo.

Merecedora de elogiosas críticas que bandearon su estreno, con Crudo se vive el pernicioso efecto de los superlativos generosos. Una cosa es certificar que Julia Ducournau, su joven realizadora, 33 años, evidencia unas sugerentes y bien construidas maneras, y otra, calificar a Crudo de película extraordinaria. No lo es, pero podría haberlo sido. Y eso cabrea.

Cuando los créditos rubrican lo que hemos visto, se nos dice que psiquiátricos como éste en donde reinan las dos protagonistas del filme de Paolo Virzi, se están cerrando en Italia. De ese modo se nos subraya el compromiso, la coartada social de Locas de alegría. Sin embargo no le hace falta. De hecho, durante sus casi dos horas, nada de lo real parece proyectarse en el interior de esta comedia intensa y melodramática.