Gavilán frustrado

Título Original: STOCKHOLM Dirección: Rodrigo Sorogoyen   Guion: Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen  Fotografía:  Alejandro de Pablo  Intérpretes: Javier Pereira y  Aura Garrido. Nacionalidad:  España. 2013 Duración: 90 minutos ESTRENO; Noviembre 2013

Si el ministro de cultura fuera de verdad al cine y viera Stockholm sabría que sus afirmaciones sobre el cine español carecen de sentido. Es posible que en los últimos años haya habido demasiado estómago agradecido y mucho director adocenado empeñado en fundir subvenciones a cambio de filmar películas mezquinas, de ningún interés y sin ninguna vinculación con la realidad. Por cierto la realidad no es ese realismo trasnochado de ONG y viajes en primera que practica(ba)n algunos ilustres creadores de moqueta y pajarita. Pero, desde luego, ese no es el caso de este inteligente y esmerado filme rodado en cuatro calles y una casa. 
Si cualquiera se tomase la molestia de cruzar un filme setentero de culto con esta película modesta, casi anónima, tendría que reconocer que el salto cualitativo entre, pongamos por ejemplo, Opera prima de Fernando Trueba, y Stockholm de Rodrigo Sorogoyen es esperanzador. Sorogoyen y su coguionista, Isabel Peña, se adentran en una relación desconcertante, tensa e intensa. Les basta con dos personajes para crear un filme en dos actos y una coda, un desenlace abrupto con el que realmente ¿vuelve a empezar? otra película. 
Stockholm muestra un acto de cortejo nocturno y una mañana de huid con legañas. Sus personajes, paradójicamente, se ven atravesados por una fragilidad psicológica no muy alejada de la que atormentaba a la protagonista de La herida. A diferencia del filme de Franco, tan apegado a la nuca, tan atado al silencio, Peña y Sorogoyen se echan la palabra a las espaldas y, en consecuencia, se arriesgan mucho. Se entregan (y se la juegan) al talento de sus actores. Sorogoyen no se conforma con una dirección de oficio. Lejos de temblar ante una planificación que busca precisión y carece de precedentes obvios, se atreve a recrearse con la puesta en escena. Hay en el guión una fresca insolencia y en la realización, un pulso firme e inventivo. La fotografía resulta adecuada y la actuación de Pereira brilla mucho con la cara amable y se incomoda cuando pintan bastos. Pero Aura Garrido irradia luz en cada segundo.  Aura recorre los noventa minutos de este filme como un paseo triunfal para señalar que lo que ha empeorado en España no es el cine, sino el público y sus expectativas de encarar el futuro.  
 
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