Cuando el público impaciente prepara su huida de la sala, en los compases postreros, tras la traca final, Jeff Nichols inserta dos planos fugaces, apenas dos fogonazos. Casi no hay tiempo para que el espectador pueda percibir qué es lo que en realidad ha visto. ¿Un cadáver en el agua? ¿Un hombre dormido? Entonces…¿qué ha pasado? Todo y nada.

El título que da noticia del contenido de este filme, La piedra de la paciencia, surge de una antigua tradición persa. Lo cuenta en la película una mujer a su sobrina en medio de la locura talibán, en pleno reino de tinieblas de burka y fundamentalismo. Estamos, tal vez, en el corazón de la noche de la guerra civil de Afganistán, aunque ciertamente el tiempo histórico carece de precisión en este relato.