Un cuento para el siglo XXI

Título Original: PACIFIC RIM Dirección: Guillermo del Toro Guión: Travis Beacham y Guillermo Del Toro Intérpretes:  Charlie Hunnam, Rinko Kikuchi, Clifton Collins Jr. , Ron Perlman, Idris Elba y Charlie Day Nacionalidad: EE.UU. 2013  Duración: 131  minutos ESTRENO: Agosto 2013

Guillermo del Toro conoce bien su oficio: contador de cuentos. Por eso mismo inicia Pacific Rim como arrancan los textos clásicos, con una tragedia que representa, para quien será el héroe, la pérdida de un ser querido. Y con esa indeseada sustracción, el abrazo de la soledad y la conciencia de su individualidad. De manera que Pacific Rim se abre como los más terribles cuentos, como el  Bambi del siglo XXI, con el luto de la muerte y con él, inscrito en su dolor, con un terrible quebranto que sume a su protagonista en la zozobra y en la crisis interior.
En apenas diez minuto, Guillermo del Toro deja boquiabierto al espectador con un espectáculo demoledor. Se cuenta que los hermanos Wachowski salieron fascinados de Ghost in the Shell de Mamoru Oshii y decidieron hacer con personajes reales aquello que el cineasta japonés había hecho con trazos de tinta y color. Así fue engendrado Matrix. En este caso, Del Toro afirma no haber visto Evangelion, y no hay por qué desconfiar de él. Pero sin duda el cineasta mexicano está resabiado en el submundo del cine de mosntruos japoneses y seguro que se sabe de memoria la letra del tema de entrada de Mazinger Z. Dicho esto se comprende que en esencia lo que Pacific Rim alberga en su seno no es sino un homenaje, una saludable reivindicación de algunos de los más rotundos iconos de la cultura freak. Una antología brillante y apabullante de algunos de las más excentricas y singulares aportaciones de la cultura japonesa al mundo pop: Godzilla y los kaijus; y el universo mecha con parada y fonda en todos los gigantes de hierro que hasta hoy hayan existido.
Lo ha contado el propio cineasta quien, por cierto, dedica este filme a Ishiro Honda y Ray Harryhausen. La semilla germinal de esta película hay que situarla en el territorio ilimitado de su niñez. Pacific Rim no es sino la culminación de un recuerdo infantil. Un capricho pulsional inoculado en el tiempo de la inocencia en el que todo era posible.
Pero que su origen sea el recuerdo de un niño, un Rosebud de monstruos y engendros mecánicos no debe llevar a creer que aquí no palpite un buen guión. Más aún, como buen degustador del género, Del Toro se ha permitido ir más lejos que sus precedentes a partir del conocimiento exhaustivo del territorio que está hollando. Solo desde ahí se comprende la fascinación épica que destilan algunos planos, esa coreografía mecánica puro éxtasis plástico o los entresijos de un argumento que hunde su fundamento en la materia primigenia del mundo mítico.
Ese diseño artístico y su macguffin narrativo, un mundo en guerra asolado por una raza alienígena que lanza monstruos que se generan en el abismo más profundo del océano Pacífico, rozan la excelencia. Durante muchos minutos, Del Toro consigue hacer la obra maestra del cine espectáculo. Su película está a la altura de sus sueños.
Pero todo héroe tiene su talón de Aquiles y el de Pacific Rim corresponde al factor humano: lo actores. Y entre ellos, la peor;  Rinki Kikuchi. La actriz japonesa da la impresión de que, o no ha leído el guión, o no le interesa nada de lo que en el fondo del croma está pasando. A su lado, la niña que le representa en su infancia transmite más emoción y más convicción. Y esa fuga de los actores y las concesiones que Del Toro hace a sus amigos y a sí mismo, impiden que Pacific Rim sea la obra total que podía haber sido. 


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