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Ciencia ficción y lucha de clases
Título Original: ELYSIUM Dirección y guión: Neill Blomkamp Intérpretes:  Matt Damon, Jodie Foster, Sharlto Copley, Alice Braga, Wagner Moura, Diego Luna, William Fichtner y  Josh Blacker Nacionalidad:  EE.UU. 2013  Duración: 109 minutos ESTRENO: Agosto 2013

La distopía que ha creado Neil Blomkamp, guionista y director de Elysium, crece sobre un manifiesto con el que resulta obligado coincidir. Tras la estupenda tarjeta de presentación que fue District 9, Blomkamp, ya sin la tutela de Peter Jackson, insiste en los mismos planteamientos. De nuevo con la ciencia ficción como pretexto, Blomkamp levanta una denuncia social. En Elysium el mundo se divide en dos. A un lado, quienes todavía habitan la tierra. Son los parias que malviven pobremente, asalariados controlados por robots policías que incumplen las leyes de Asimov. Al otro, sus dueños, una clase dominante que vive en el espacio, en una urbanización de hedonismo y lujo. Con ese telón de lucha de clases, el director aprovecha la ocasión para reivindicar todo aquello que sirva para erradicar la desigualdad. 
El dinero, el poder, el conocimiento, la ciencia y la medicina son objeto de esa enorme fosa que distancia a los privilegiados de los desfavorecidos. A las víctimas de los verdugos. Los ecos de la realidad no son gratuitos. Y aunque ciertamente hay mucha distorsión en ese reflejo, no deja de ser imagen doliente que emana de la realidad; lo que implica cierta verdad.
Ahora bien, un cosa es coincidir con la denuncia y otra apreciar que en ella hay algo parecido al buen cine. Lo que en District 9 aportaba frescura, desparpajo y agilidad, en Elysium se torna en reiteración, gratuidad y falta de emoción. Blomkamp, sudafricano de nacimiento, canadiense de residencia, recupera los recovecos del apartheid, la realidad de las favelas y las huellas de los guettos y las periferias más desestructuradas para resolver estéticamente bien su película. Aquí el acierto no se discute. Sin complejos, Blomkamp se enfrenta a esta superproducción como si fuera Emmerich, pero como Emmerich olvida el fundamento de toda buena historia: el guión y los personajes. Aquí no los hay. Seguro que Damon (pre)siente que aquí hay más agujeros argumentales que en toda la entrega de Bourne. Demasiados vacíos que no rellenan lo que no pasa de ser sino un panfleto, eso sí, un panfleto bienintencionado. 

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