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Ensayo filipino sobre la buena conciencia europea
Título Original: CAPTIVE Dirección: Brillante Mendoza Guión: B. Mendoza, P. Bancarel, B. Agbayani Pastor y A. de la Cruz Intérpretes: Isabelle Huppert, Kathy Mulville, Marc Zanetta Nacionalidad: Francia, Filipinas, Reino Unido y Alemania.. 2013 Duración: 120 minutos ESTRENO: Julio 2013
Durante casi un siglo el cine filipino no existía; no, al menos, para quienes vivían fuera de sus fronteras. Sin embargo, ahora, su presencia en los festivales de cine más radicales y prestigiosos se ha vuelto habitual. De entre los nombres más notables, Brillante Mendoza se perfila como el más equilibrado en el arte de aportar una mirada personal sin que el exceso de autoría provoque la ofuscación mental que prometedores artistas sufren a partir de su primer premio internacional.
No es el caso de Mendoza, un hombre sorprendente que en poco tiempo ha forjado una filmografía inclinada por recoger algunas de las más atormentadas semblanzas de una humanidad desorientada y herida. Su cine, inequívocamente dialéctico, avanza a golpe de confrontación entre el pasado y el presente, entre el (des)orden y la ley, entre los verdugos y las víctimas. En Cautiva primer filme que, gracias a Isabel Huppert, se estrena a nivel internacional con aparente normalidad, Mendoza se sirve de una plaga violenta y desesperada que se dejó notar hace una década.
Como adelanta su título, Cautiva habla de la experiencia de una prisionera, Thérèse Bourgoine (Isabel Huppert), una cooperante francesa víctima de un secuestro en Filipinas a cargo de un grupo islamista. La acción transcurre en pleno apogeo de Bin Laden, justo en el tiempo en el que se iba a cometer el ataque a EE.UU. y la destrucción de las torres gemelas; fue un vértice de extrema crispación, de confusión extrema
Pero a Mendoza no le interesa ahondar en los pliegues ideológicos ni sociales de los hechos que ilustra, ni busca comprender a los personajes que protagonizaban las tristes gestas que se recrean. La cámara que dirige Mendoza opta por establecer una zanja de protección, una distancia profiláctica entre el narrador y los sujetos de lo que relata. En el corazón de ese bosque en el que secuestradores y secuestrados esperan una solución a sus circunstancias, se hace evidente que Mendoza no trata de juzgar; pero tampoco busca provocar una empatía emocional. Ciertamente no se posiciona con los guerrilleros, pero desde luego tampoco heroifica el comportamiento del ejército filipino. En Kinatay, sobrecogedor thriller sobre la brutalidad policial, Mendoza describía el aprendizaje de un cadete de policía a lo largo de un día. Una jornada que comenzaba con una boda y que terminaba en un ritual macabro cuando la policía esparcía los restos de cadáver de una joven prostituta por una deuda impagada. El escenario de crimen, se decía, es la caja negra, el lienzo blanco en donde se retrata al asesino y su ritual. Para dinamitar esa caja, la policía diseminaba los restos, atomizaba ese escenario y borraba las huellas. En Cautiva, Mendoza también esparce las causas para mostrar un itinerario, para edificar una historia iniciática. En el filme citado, el joven cadete, pasaba del paraíso de la virginal ceremonia de su enlace al infierno de la cara oculta de la depravación policial. En Cautiva, su protagonista, convicente y siempre precisa Isabel Huppert, sufre una transformación personal en medio de un paraíso infernal lleno de insectos, serpientes, arañas, … Allí el viaje de Thérèse gira en torno a dos compañías, una brava anciana y un desbrujulado niño-terrorista. Dos referencias antagónicas y simbólicas que devienen en funestas señales de la fragilidad de la existencia.