Nuestra puntuación
Dos (lelos) en la carretera
Título Original: SIGHTSEERS Dirección: Ben Wheatley Guión: Steve Oram y Alice Lowe, con la colaboración de Amy Jump Intérpretes: Alice Lowe, Steve Oram, Eileen Davies, Roger Michael, Richard Glover y Monica Dolan Nacionalidad: Reino Unido. 2012 Duración: 89 minutos ESTRENO: Junio 2013
Hay un puñado de singularidades que hacen de Turistas una película desconcertante. La primera impresión, la que se ha utilizado como reclamo comercial, apunta a ubicar el tercer largometraje del inclasificable cineasta británico, Ben Wheatley, en los dominios de la comedia negra. Ya se sabe que la flema británica rima bien con el luto y la irreverencia y que navega con brío cuando se trata de reirse de la muerte. Desde la vieja comedia Ealing a títulos más recientes, del Oz de Un funeral de muerte al Ken Loach de sus filmes menos solemnes, abundan los ejemplos. Pero Turistas no encaja en ese modelo; en su zona cero, en la sima más profunda de su naturaleza no hay sonrisa sino desesperanza. Escalofrío y una extraña lección moral sobre el límite inviolable del otro y la ética.
Curiosamente, los protagonistas de Turistas coinciden en su viaje por el norte de Inglaterra con la excursión que realizan los dos actores ociosos del último filme de Winterbottom, The Trip. Tal vez de haberse cruzado sus caminos, los actores hubieran salido mal parados. La cuestión es que con el pretexto de dar rienda suelta a lo periférico, un guiño a la cultura freak, el filme parece una versión ligera de Honeymoon Killers (Leonard Kastle, 1970). Aquel escalofriante filme, una puñalada en el corazón del free cinema que certificaba su defunción, fue objeto de dos revisitaciones a cargo de Todd Robinson (Corazones solitarios, 2006) y Arturo Ripstein (Profundo carmesí,1999). Ninguno de los dos logró reproducir el asco y horror que recorre el filme de Leonard Kastle, quien desapareció aplastado por el peso de su propia película.
A diferencia de Robinson y Ripstein, Wheatley, con una historia que en nada recuerda a la de Los asesinos de la luna de miel salvo en que sus protagonistas constituyen una pareja unida por una extraña pulsión sexual y el irreprimible deseo de matar, se acerca mucho a la esencia del filme de Kastle. La odisea de una joven reprimida por una madre posesiva que decide irse de excursión con un oscuro escritor sin talento ni oficio, establece un tour de crímenes gratuitos; una carrera demencial que lejos de la explosión amoral de la violencia de Tarantino, va regando su ruta con una inquietante mirada de lástima, asombro, piedad y culpa.