Tiburón que se duerme…


Título Original: ARBITRAGE Dirección y guión: Nicholas Jarecki  Intérpretes: Richard Gere, Susan Sarandon, Tim Roth, Laetitia Casta, Brit Marling, Nate Parker y Bruce Altman  Música: Cliff Martinez Fotografía: Yorick Le Saux Montaje: Douglas Crise.Nacionalidad: EE.UU.. 2012   Duración:  107 minutos ESTRENO: Octubre 2012

La primera película del hasta ahora escritor y guionista Nicholas Jarecki se rompe justo allí donde debería dar su mayor sensación de fortaleza. En el intersticio fundamental de todo thriller, o sea cuando la muerte irrumpe y con ella se asoma el conflicto. Probablemente la causa de ese golpe en el aire se debe en gran parte a dos cuestiones. La primera es achacable al mal dibujo  del policía encargado del caso, un personaje al que el astillado Tim Roth no le coge el tono porque sus reacciones o bien no se fundamentan con verosimilitud o bien se perdieron en algún recoveco del guión. La segunda,  hay que cargarla en el engaño que representa para el espectador creer que le van a ofrecer una disección sobre la naturaleza de los carroñeros financieros, cuando en realidad se le van a soltar un cuentecillo moral sobre los riesgos del adulterio.
Ese no ser lo que parecía y ese mostrar una debilidad en quien debería ser el contrapunto de la ley,  obedece a lo que llamamos el signo de los tiempos. Si este argumento se le hubiera planteado al Wilder de Perdición, por poner un ejemplo, el duelo Roth-Gere, ese pulso entre el ciudadano tentado y caído y el representante de la ley, hubiera sido más equilibrado, más sangrante en su herida moral. Es más, los actores hubieran recibido los papeles cambiados y Gere, en lugar de ser el esposo infiel, hubiera sido el policía justiciero.
De manera que El fraude se incardina en esa parcela del cine contemporáneo que hurga en lo psicótico y que encontró su figura más sublime en el Lecter de El silencio de los corderos. O sea ese cine cultivador de protagonistas desalmados en donde el crimen no acarrea necesariamente el castigo y la amoralidad resulta siempre relativa. Jarecki abunda en esa corriente pero lima la parte cruel y los excesos de la fantasía para abordar la figura del traspiés del triunfador en la sociedad de la opulencia. El principal atractivo de este filme tiene nombre propio: Richard Gere. Su trabajo carga con los problemas de un guión que no se molesta en legitimar el interés de la pesquisa policial ni muestra mucho interés para desnudar o al menos mostrar las vergüenzas del sistema especulativo que creó esta crisis que nos azota. Jarecki prefiere optar por un discutible y convencional ajuste de cuentas.

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