Las trompetas del apocalipsis  
Título Original: RED STATE Dirección y guión:  Kevin Smith Intérpretes: Kyle Gallner , Michael Parks, Melissa Leo, John Goodman, Kerry Bishé, Michael Angarano, Nicholas Braun y Ronnie Connell  Nacionalidad: EE.UU. 2011   Duración: 88 minutos ESTRENO: Junio 2012
El mismo año, 1994, que Quentin Tarantino consagraba el cine de la posmodernidad con un mazazo llamado Pulp Fiction, Kevin Smith, otro cineasta sobrealimentado con carne de video club y tinta de cómic, hacía reir a medio mundo con Clerks, una comedia locuaz que, además de arrasar en Sundance, se alzaba como el modelo del cine indie del momento. No faltó quien pensó que Kevin Smith era el Woody Allen de la generación X. La incógnita tardó en despejarse tres películas más que marcaron un lánguido descenso y un total descalabro. Nadie esperaba nada de Kevin Smith.
Inopinadamente hace un año, Smith se presentó con un filme de extraordinario cinismo y ninguna esperanza. Un filme saludado como atípico en su carrera, aunque si se observa con atención se comprende que Red State es una sorpresa pero no supone un cambio. En pocas palabras, Red State sabe a Kevin Smith y como todo lo que Kevin Smith ha desarrollado en estos casi veinte años pertenece al universo de una ¿ calculada? ambigüedad. Aquí aglutina a un puñado de representantes de la América profunda, la de los fanáticos religiosos y la de los políticos alucinados, la de los eternos adolescentes ávidos de sexo y la de los defensores del orden de gatillo fácil y obedezco y no pienso. Todos son culpables, todos evidencian una conducta reprobable. Y aunque ciertamente sus excesos y cobardías no son homologables, el castigo es siempre el mismo: el aniquilamiento.
La sorpresa de esta (re)aparición surge del insólito vigor y explícita mala uva que Kevin Smith muestra cuando tras títulos como ¿Hacemos una porno?  y Vaya par de polis, ya no quedaba rastro alguno de aquel cineasta irreverente, mordaz e inteligente de los años 90.
Pero no hay que confundirse, aunque Red State se disfraza de cine de género y tiene una décima parte del presupuesto de Vaya par de polis, todo en su estructura interna nos aboca al Smith de verbo incontinente siempre armado con un estilete para rasgar todos los protocolos; siempre barnizado por un aire de suficiencia intelectual que jamás se ha demostrado con la solidez de sus trabajos.
En Red State, Smith se agarra a una de esas sectas religiosas de fanáticos iluminados que, en nombre de dios, predican el miedo. Es obvio que la sombra de la masacre de Waco proyecta negros presagios sobre lo que se ve al comienzo. En pocos minutos, Smith que consume la hora y media de Red State con los mínimos elementos, muestra el escenario del sacrificio. Tres adolescentes con las hormonas en rebeldía acuden a una cita sexual sin saber que al hacerlo se convertirán en reos de un ceremonial sanguinario. Durante la primera mitad, Smith recrea el interior de una granja de ultrarreligiosos dominados por un predicador de verborrea interminable que provoca una grave esclerosis en el ritmo del filme. En su deseo de caricaturizar la historia, Smith deja a los personajes sin recovecos. La segunda parte marca un quiebro argumental que finalmente acaba descubriendo el evangelio de Kevin Smith. El de un juez justiciero que pide la hoguera para todo el mundo. Inmisericorde, con relámpagos de violencia filmados con singular eficacia y en un crescendo apocalíptico, si hace unos años no dudo en convocar un dios con el rostro de Alanis Morissette, ahora deja que las trormpetas del apocalipsis siembren de inquietud el campo de batalla. Unas trompetas que devienen en símbolo delirante y descreído de un mundo en descomposición en el que Smith grita con todas sus fuerzas, que la vida no vale nada y que la tierra se ha convertido en un espacio hostil, cínico y sanguinario.
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